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Un sueño improbable | 
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| La idea de la integración entre México y Estados Unidos alcanza en estos tiempos dimensiones anticlimáticas. La reunión trilateral celebrada el 23 de marzo entre los presidentes Vicente Fox y George W. Bush y el primer ministro de Canadá, Paul Martin, en la Universidad de Baylor, en Waco, Texas, fue un balde de agua fría para los integracionistas.
Si en algo están de acuerdo los gobernantes de los tres países es en que, cumplidos ya 11 años de vida, el Tratado Norteamericano de Libre Comercio (Nafta, su sigla en inglés), ha dado tanto frutos buenos como malos, pero se han agotado sus expectativas. De hecho, en términos estrictamente realistas, la única manera de elevar tanto el ingreso de los trabajadores mexicanos como la competitividad de la subregión del norte del continente es cerrando la brecha entre regiones ricas y pobres, como lo hizo la Europa unificada.
Pero la cumbre de Waco puso en evidencia que, al menos por ahora, Estados Unidos sólo está dispuesto a construir con sus vecinos un espacio de seguridad fronteriza, y no una verdadera asociación económica. Lo que allí se impuso fue la agenda de seguridad del presidente Bush, que para nada contempla la integración como tema.
En su primer encuentro con Bush, en febrero de 2001, Fox esbozó su visión de lo que debiera ser el Nafta. Básicamente, tres países viviendo en paz y con fronteras abiertas y seguras. Tras la cumbre de Waco, Bush, Fox y Martin le han dicho a los integracionistas que aquella visión no sigue siendo más que un sueño aún lejano e improbable.
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Este es el resumen del artículo "Un sueño improbable" publicado en Mayo 15, 2005 en la revista América Economía.
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