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Cómo tomar buenas decisiones | 
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| Si hay algo que los seres humanos detestamos es la incertidumbre. Todo depende de decisiones. La calidad de las mismas es lo que nos hace valiosos. Y como dicen por ahí: la tarea de un gerente es tomar las decisiones que no se pueden delegar.
La mayoría de nosotros haría lo que fuera por evitar la incertidumbre. Podemos diferir decisiones constantemente o halar del gatillo de una vez. Hacer una llamada supone agallas. Significa invitar la incertidumbre a nuestra casa, ofrecerle algo de beber e invitarla a cenar. La incertidumbre es una huésped horrible, pero no nuestro captor.
El primer paso es superar nuestra ansiedad; el segundo, es evitar el perfeccionismo, pues no existen las decisiones perfectas. Aunque tengamos toda la información necesaria y un cuarto repleto de supercomputadoras, algunas de nuestras decisiones continuarán siendo malas. Una mala decisión es escoger la Puerta 1 cuando el premio está en la Puerta 2. Aquí hay un problema de método. Las malas decisiones son errores no inducidos. Siempre es posible evitarlos.
Por supuesto, no existen las decisiones arquetípicas. Unas surgen de la deliberación; otras, de procesos inmediatos. Para los bolsistas, el tiempo entre el análisis y la acción dura milisegundos. Ahora imagínese que usted es responsable de todo un piso de bolsistas. Bien manejados, sus decisiones significan un buen trimestre; mal guiados, harán un hueco millonario. No podemos decidir por ellos, pero podemos entrenarlos para aprender a decidir. Así es como se crea una máquina de decisiones.
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Este es el resumen del artículo "Cómo tomar buenas decisiones" publicado en Junio 27, 2005 en la revista Fortune.
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