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No siempre con nosotros



Revista: The Economist
Tema: Negocios en Latinoamérica
Fecha: Septiembre 17, 2005
Mientras en la última reunión de las Naciones Unidas los líderes del mundo pidieron de nuevo ayuda para África, la gran población pobre de otra región en desarrollo, Latinoamérica, no llama la atención de nadie. Hay una razón para esto: todos los países de Latinoamérica (salvo Haití y Nicaragua) están clasificados como de “medianos ingresos”, y todos (salvo Cuba) son democracias.

Latinoamérica no parece presentar ningún problema para el mundo. Sin embargo, hay un gran problema: una enorme desigualdad en lo que a la distribución de las riquezas se refiere. Hay una gran cantidad de latinoamericanos que son pobres. Cerca de 222 millones, es decir, 43% del total de la población es pobre. De estos, 96 millones (18,6% del total) viven en condiciones de extrema pobreza. Estas cifras no sólo suponen un gran sufrimiento, sino una injusticia incompatible con la democracia.

Afortunadamente, hay buenas razones para pensar que la situación en Latinoamérica mejorará. De hecho, los gobiernos democráticos de la región han comenzado a hacer grandes esfuerzos para luchar contra la pobreza; por ejemplo, otorgando créditos a las familias pobres con la condición de que mantengan a sus hijos en la escuela y los hagan revisiones médicas regulares. En México, 5 millones de familias reciben este tipo de incentivos; en Brasil, 7,5 millones. Otros países como Colombia y Nicaragua, han adoptado medidas parecidas.

Este tipo de medidas son preferibles al gasto social tradicional, pues, a diferencia de las pensiones, del seguro social o de los subsidios indiscriminados, llegan directamente a los pobres. La idea es no sólo ayudar a los pobres, sino romper el ciclo de la pobreza. Además, los incentivos, cerca de US$ 70 al mes, son lo suficientemente altos como para cambiar la situación, pero lo suficientemente bajos como para no distorsionar los mercados laborales.




Este es el resumen del artículo "No siempre con nosotros" publicado en Septiembre 17, 2005 en la revista The Economist.

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