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¡Vaya! |
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| Esta semana hubo un cambio importante tanto para Nueva Orleáns como para el presidente Bush. En el Golfo ha reaparecido cierto orden; y el presidente se comportó como tal: asumió la responsabilidad del gobierno federal frente a los efectos del huracán Katrina. Asimismo, le pidió la renuncia a Michael Brown, un experto en caballos, encargado de la Agencia de Gestión de Emergencias Federales.
Determinar las responsabilidades tendrá un gran impacto en la política estadounidense. Pero la prioridad de Bush es evitar mayores errores. “Nada cierra las heridas como el dinero”, le dijo esta semana un funcionario de la Casa Blanca a la revista Time. Por tanto, cerca de US$ 60 millones han sido utilizados en la recuperación de las zonas afectadas.
Pero la reconstrucción de Nueva Orleáns debe implicar una racionalización de costos y beneficios. Si se invierten demasiados fondos federales para la reconstrucción, es posible que se fomente un desarrollo artificial en la zona, y esto traerá consigo un “peligro moral”: por ejemplo, que los californianos esperen ayuda gubernamental cuando sufran el próximo gran terremoto.
Buena parte del problema es el sistema de seguros contra desastres naturales de Estados Unidos. Los huracanes son cubiertos por el mercado privado, pero, desde 1968, el gobierno federal es responsable por las inundaciones. Esta división entre huracanes e inundaciones conllevará interminables demandas legales, pues las aseguradoras tratarán de determinar si los daños fueron causados por el viento o por el agua. Así pues, lo mejor sería dejar de lado el seguro federal contra inundaciones, y dejar que el sector privado se ocupe de esto.
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Este es el resumen del artículo "¡Vaya!" publicado en Septiembre 17, 2005 en la revista The Economist.
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