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Pescadores y piratas |
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| El publicista paulistano André Frasca visitaba el año pasado a su tío cuando recordó que debía pagar una cuenta. Le pidió prestada su computadora e intentó ingresar tres veces a la página del banco Itaú insertando su número de cuenta y clave del internet banking. Finalmente, desistió cuando la página le pidió el número de clave de su tarjeta magnética. El lunes siguiente, Frasca recibió una llamada de su agencia. Le decían que la cuenta tenía movimientos inusuales: pagos de cuentas de terceros y retiros que dejaron su saldo negativo en más de US$ 1.350.
Las instituciones financieras brasileñas ya se acostumbraron al phishing, que Marcelo Fiori, director de tecnología de Open CS en Brasil, llama “el arte de engañar por e-mail”. Es un arte costoso: sólo en Brasil, el phishing provocó pérdidas de US$ 135 millones en 2005, según estimaciones de la Federação Brasileira de Bancos (Febraban).
El término phishing (que viene del mal uso de la palabra fish) surgió por primera vez en 1996 cuando los usuarios de AOL en Estados Unidos comenzaron a recibir mensajes de scammers, como son conocidos los ladrones de informaciones digitales. Ellos envían spams con carnadas seductoras o amenazadoras para “pescar” clientes desprevenidos e “invitarlos” a suministrar datos como claves, cuentas bancarias, números de tarjetas de crédito o sus nombres de usuario en sitios como eBay o Amazon. Cuando alguien abre un e-mail scam y hace clic en el link que lleva a la página creada por el scammer, no percibe que está bajando programas de espionaje (spyware) como keyloggers o mouseloggers, que copian toda la información que digita en su computadora y la envían a otra controlada por los propios bandidos. Programas especializados identifican los datos bancarios, tarjetas de crédito y claves.
Los bancos han creado nuevas modalidades de entrada de los usuarios con la clave doble, teclados virtuales y tarjetas con claves temporales. Algunos también suministran tokens, pequeños aparatos parecidos a memorias portátiles que generan una clave alfanumérica y aleatoria sincronizada con el sistema del banco. Al igual que cuando el pirata captura la clave, ella sólo es válida por un minuto, tiempo suficiente para que el cliente se conecte con seguridad al banco. Finalmente, todo ocurre porque el usuario no tomó los cuidados necesarios. El problema es que todo el mundo está con falta de tiempo y eso genera desatención.
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Este es el resumen del artículo "Pescadores y piratas" publicado en Enero 15, 2006 en la revista América Economía.
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