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Denme una zapatilla de lona y moveré el mundo |
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| Topper vende 5,8 millones de pares al año. Más de 400.000 se exportan y las ventas totales alcanzan a US$ 66 millones. Es cerca del 60% de los ingresos de Alpargatas, la compañía textil madre. Si no es un milagro, merecería serlo.
Había caras de funeral a mediados de 2002, cuando Ricardo H. Ata, Director Comercial de Alpargatas Calzado S.A. llegó a la empresa desde la firma de ropa deportiva Avia. Ya había trabajado en la compañía en los años 80, pero la dirección de Alpargatas había cambiado, luego que el fondo de inversión Newbridge comprase la empresa. El escenario se presentaba empinado
Vino, entonces, el momento clave. “Apenas pudimos, hicimos una primera investigación de mercado que nos mostró que la gente reconocía a Topper como una marca deportiva”, recuerda. Pero curiosamente el calzado de lona tradicional, era el producto insignia de la marca. De los tiempos en que el tenista Guillermo Vilas las había usado en sus enfrentamientos con el vikingo Ice-Borg, había pasado a ser un producto que se usaba como casual, para uso en la calle. A partir de ahí empezó la carrera.
El estudio concluyó que la posición de la marca era inesperadamente fuerte, pero como una autopista de doble sentido de circulación. La gente esperaba que Topper tuviese líneas de calzados para distintos deportes y –a la vez– asociaba productos específicos, como las zapatillas de lona, a una memoria emocional, que permitía el despliegue de la marca en el día a día.
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Este es el resumen del artículo "Denme una zapatilla de lona y moveré el mundo" publicado en Marzo 15, 2006 en la revista América Economía.
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