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Apuesta global |
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| “El 787 es un gran proyecto”, le aseguró el nuevo presidente de Boeing, W. James McNerney Jr., a los analistas de Wall Street. “Puede llegar a convertirse en el mayor éxito que hayamos tenido”. Aún a dos años de ser lanzado, ya hay 386 pedidos del nuevo avión a reacción.
El “Dreamliner”, como se le conoce al 787, no es un avión cualquiera. Boeing está gastando US$ 7 mil millones para fabricar el primer avión a reacción con fuselaje de plástico, capaz de albergar hasta 330 pasajeros, volar a casi la velocidad del sonido (650 mps) y, según la compañía, todo esto con un ahorro de combustible de 20% y de 30% en costos de mantenimiento. Cada avión costará US$ 130 millones, es decir, casi los mismo que el 767.
Quizá el mayor reto sea reunir todas las piezas de cada avión. Para construir un 787, Boeing depende de cientos de proveedores en toda Europa y Asia. El proceso es tan complicado que Boeing ha contratado una compañía de logística y le ha puesto a cada parte una etiqueta electrónica. Los mayores contratistas de Boeing están invirtiendo mucho dinero en nuevas fábricas. Entre estas están:
Alerón de cola, Estados Unidos, Boeing Frederickson; estabilizador horizontal, Italia/Estados Unidos, Alenia/Vought; fuselaje central, Italia/Estados Unidos, Alenia/Vought; puntas de las alas, Corea del Sur, Korean Air Lines; puertas de carga, Suecia, Saab; puertas de pasajeros, Francia, Latecoere; Turbinas, Estados Unidos, General Electric.
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Este es el resumen del artículo "Apuesta global" publicado en Abril 17, 2006 en la revista Forbes.
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