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Capitalismo congoleño |
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| Rajesh Nambiar se mudó de la India a Zaire para abrir un concesionario de la Yamaha en 1996, justo en uno de los peores momentos posibles. Nambiar, entonces de 26 años de edad, vio en las runas del Congo la posibilidad de lanzar su carrera. “Estos países son la última frontera”, señala tras su escritorio en las oficinas de Rawji Group, una de las principales compañías del Congo, de la cual es el CEO. “Luego, sólo nos quedará Marte o la Luna”.
En teoría hacer negocio en el Congo era casi imposible. Dos guerras en una década dejaron la infraestructura del país en escombros. El parlamento está repleto de antiguos señores de la guerra, y el Banco Mundial reconoce que los impuestos en el Congo le cuestan a los negocio más de lo que ganan. De hecho, una agencia mundial de préstamos calificó en 2005 al Congo como el peor lugar para hacer negocio en todo el mundo.
Pero Nambiar logró triunfar en el caos del Congo: creó desde cero uno de los distribuidores de Yamaha más grandes de África, y luego se ocupó de ciertas operaciones que habían sido dejadas de lado por Unilever. Desde que Nambiar asumió la división de jabones y detergentes de Unilever, en 2002, él y su equipo han reducido los costos y triplicado la producción. Y se espera que la compañía abra una planta refinadora de aceite de palma el año que viene.
“Es posible hacer mucho dinero en el Congo si se tiene las agallas y la tenacidad”, señala Nambiar, que empezó vendiendo motores eléctricos en Mumbai, y luchando por 1% de márgenes de ganancia. “Pero se debe tener la paciencia para entender las tradiciones comerciales africanas y para aprender a hacer las cosas”.
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Este es el resumen del artículo "Capitalismo congoleño" publicado en Agosto 07, 2006 en la revista Fortune.
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