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Miedo a despedir |
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| El ingeniero volvió a trabajar en General Electric (GE) en febrero de 2003, tras dos meses de reposo médico. Era un hombre muy infeliz. Durante el año anterior, sus superiores discutieron con este sobre su desempeño y las posibilidades de ascenso. Según los jefes de Hemant K. Mody, este les hablaba de modo despectivo a sus colegas, rechazó tareas, se tomó días libres no justificados y llegaba tarde. Por otra parte, Mody tenía 49 años, era de origen indio y sufría de una enfermedad renal crónica, que lo obligaba a hacerse diálisis diaria. En abril de 2003, los jefes de Mody se hartaron y lo despidieron.
La bomba explotó en julio. Tras un juicio de seis días, una corte federal dictó que Mody había sido despedido injustamente; así que recibió una indemnización de US$ 11,1 millones. Pero no se trataba de un problema de discriminación. El jurado consideró esta posibilidad tan débil que ni siquiera se le permitió a Mody presentar sus pruebas. Por el contrario, el jurado decidió que Mody había sido despedido como retaliación por quejarse de ciertos prejuicios.
Si esto le puede pasar a GE, una compañía famosa por el rigor de su departamento de recursos humanos, entonces le puede pasar a cualquiera. Nunca había sido tan sencillo para los trabajadores estadounidenses ir a una corte y alegar un despido injustificado. De hecho, los legisladores han aumentado en los últimos 40 años las categorías de trabajadores que disfrutan de protección legal especial (mujeres, minorías, homosexuales, discapacitados, mayores de 40 años y trabajadores que han sido llamados a filas, entre otros). Añadamos los hombres blancos que se consideran víctima de prejuicios (la llamada “discriminación al revés”), y “es difícil encontrar a alguien que no pueda alegar un estatus especial”, señala Lisa H. Cassilly, abogada laboral de Alston & Bird, en Atlanta.
Estos trabajadores pueden forzar a las compañías a probar en corte que había una razón legítima para despedirlos. Y cualquier caso de este tipo es costoso. Una compañía puede gastar US$ 100.000 por un caso resuelto fuera de las cortes. Pero si el caso llega a una corte, el precio puede llegar a US$ 300.000 y, a veces, más. El resultado es que las compañías están aterrorizadas de despedir a cualquiera. Por tanto, permiten que los empleados poco productivos conserven sus cargos.
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Este es el resumen del artículo "Miedo a despedir" publicado en Abril 23, 2007 en la revista Business Week.
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