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¿Qué tan verde es esa agua? |
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| El agua embotellada está bajo fuego cruzado. Ciertos grupos ambientalistas han dicho últimamente que esta floreciente industria vende su producto con una imagen “verde” de montañas nevadas y lagos prístinos cuando, en realidad, contribuyen con creces al recalentamiento global. Fabricar, llenar y enviar miles de millones de botellas de plástico generar ingentes cantidades de dióxido de carbono: 8,4 millones de toneladas el año pasado sólo en Estados Unidos; esto es equivalente a 2,2 millones de vehículos. Por otra parte, algunas de las principales marcas están siendo criticadas porque el agua que venden es igual a la que sale del grifo.
La nueva marca Icelandic Water Holdings cree que ha encontrado la solución a los problemas ambientalistas. Ubicada cerca de Reykjavik, la creciente compañía asegura que bombea y embotella su agua usando la poco contaminante energía geotermal. Esta energía natural, que proviene de la actividad volcánica de Islandia, permite apoyar la pretensión de Icelandic de ser completamente “libre de carbón”, lo que quiere decir que no contribuye en nada con el recalentamiento global. “Nos consideramos pioneros de la industria”, señala Patrick Racz, director de operaciones. Y es probable que sigamos escuchando más sobre la compañía en los próximos meses. En julio, el gigante cervecero Anheuser-Busch compró 20% de la compañía y se volvió su principal distribuidor en Estados Unidos.
Aunque Icelandic pueda presentar su certificado de “libre de carbón”, otorgado por una consultora privada, ciertos estudios sobre el ambiente de Islandia revelan que la compañía no ha disminuido por completo sus emisiones de gases. En general, el informe indica lo difícil que sería para la industria de agua embotellada (que ya ha llegado a los US$ 11 mil millones en ventas en Estados Unidos) aliviar la ansiedad que le produce a los consumidores el problema del recalentamiento global.
Más allá de su dependencia de la energía geotermal, Icelandic dice que compra “bonos de carbón” para disminuir los efectos ambientales producidos por su sistema de distribución. La idea de estos bonos, muy populares en ciertas industrias, es que obligan a un tercero a reducir sus emisiones. Para contrarrestar sus emisiones de gases hasta marzo de 2008, Icelandic compró bonos por 552 toneladas de emisiones. Pero esta es una cifra sorprendentemente baja para una compañía que tiene operaciones globales. Es equivalente a las emisiones anuales de sólo 23 estadounidenses. ¿Es esto suficiente para una compañía que distribuye millones de botellas de agua?
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Este es el resumen del artículo "¿Qué tan verde es esa agua?" publicado en Agosto 13, 2007 en la revista Business Week.
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