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En busca de una buena compañía |
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| Si uno creyera en lo que dicen de sí mismas, las grandes compañías serían los mejores ciudadanos posibles. En la última década, la “responsabilidad social corporativa” (CSR) se ha convertido en norma de las juntas directivas de los países ricos y, cada vez más, de las economías en desarrollo. La mayoría de las grandes firmas se precian hoy en día de tomarlo todo en cuenta: diversidad racial, derechos humanos y ambiente. Las críticas en contra de la CSR han provenido de quienes propugnan por su derecho al libre mercado; quienes, junto a Milton Friedman, señalan que la única “responsabilidad social de los negocios es incrementar sus ganancias” y temen que los líderes de negocios hayan sucumbido ante la corrección política. Pero el debate ha dado un nuevo giro, y las críticas en contra de la CSR provienen ahora de un pensador de izquierda.
En su nuevo libro Supercapitalismo, Robert Reich tilda la CSR como una diversión peligrosa, que pudiera socavar a la democracia (y no sólo en Estados Unidos). Reich, economista que se desempeñó como ministro del trabajo en la presidencia de Bill Clinton y que ahora da clases en la Universidad de California, Berkeley, admite que ha cambiado de parecer tras pregonar durante años que la “responsabilidad social y las ganancias convergen a largo plazo”. Ahora cree que las compañías “no pueden ser socialmente responsables, al menos no desde un punto de vista significativo”, y que los activistas de CSR se están desviando de la tarea más apremiante de lograr que los gobiernos resuelvan los problemas sociales. No tiene sentido debatir si Wal-Mart o Google son buenos o malos, señala; lo importante es que los gobiernos se responsabilicen por establecer reglas para que el quehacer de las compañías no vaya en contra de los intereses de la sociedad.
Uno tras otro, Reich desmitifica los supuestos triunfos de la CSR. ¿Las firmas socialmente responsables son más rentables? Esto no tiene sentido. Es cierto que a veces las compañías hallan el modo de recortar sus costos de un modo que concuerda con lo que quieren los activistas de CSR: Wal-Mart ofrece empaques más baratos y “verdes”, por ejemplo. Pero “decir que estas compañías son socialmente responsables es jugar con el término hasta el punto de que cualquier cosa que hagan las compañías por aumentar sus ingresos es válido mientras esto tenga un buen impacto en la sociedad”.
Peor aún, las firmas están usando la CSR para hacerle creer al público que los problemas están siendo atacados, lo que evita que haya más reformas políticas. En cuanto a los políticos, estos ganan puntos culpando públicamente a las compañías que se portan mal pero no hacen nada por impulsar cambios verdaderos en las regulaciones que permiten dicho mal comportamiento.
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Este es el resumen del artículo "En busca de una buena compañía" publicado en Septiembre 08, 2007 en la revista The Economist.
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