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Pesadilla en el pueblo de la bonanza |
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| Mark Seidenfeld no podía esconder su sonrisa. Tras ser nombrado director de fusiones y adquisiciones de Golden Telecom, una firma estadounidense con base en Moscú, fue enviado junto a dos colegas a Blagoveshchensk, un puerto de 200 mil habitantes en la frontera entre Rusia y China, para investigar una compañía de telecomunicaciones de US$ 2 millones y determinar si valía la pena comprarla. Pero mientras facturaba su boleto para Moscú, algo raro sucedió. La mujer que lo atendía lo miraba con suspicacia. Luego, un policía ruso lo llevó a un cuarto para que fuera interrogado por un detective. En cuestión de horas, Seidenfeld terminó detenido en una pequeña celda cerca del río Amur. Unos días después, Seidenfeld supo que se le acusaba por malversar US$ 43 mil provenientes de una firma llamada Arna, en Almaty, Kazajistán, donde había sido director general de 2002 a 2004. Además, las autoridades kazakas lo querían enjuiciar. Así comenzó un periplo de 19 meses.
Tras la caída de la Unión Soviética, Kazajistán se abrió al libre comercio como ningún otro país de la región. Y todo esto impulsado por las ingentes reservas de petróleo del país. Estados Unidos pronto se lanzó a una nueva fiebre del oro en el “lejano este”, a la mano de compañías como Chevron. Durante un tiempo, la presencia de Estados Unidos en Kazajistán significó ganancia para ambos países. Pero los tiempos cambiaron. A medida que los kazakos se dieron cuenta de que su economía estaba controlada por extranjeros, se dieron a la tarea de recuperarla… a como diera lugar. De acuerdo con Transparencia Internacional, Kazajistán está en el puesto 111 del Índice Internacional de Transparencia de 2006. Es decir, detrás de países como Colombia, Libia y Siria. En medio de esta cultura de corrupción, los inversionistas extranjeros se han visto forzados a transitar caminos cada vez más peligrosos. Y quienes esperan que Washington tome cartas en el asunto no entienden la realidad de este país. Para cimentar su influencia en Kazajistán, Washington se ha visto forzado a aprobar tácitamente o al menos a tolerar la corrupción sistemática.
Tras meses después de su arresto, Seidenfeld se dio cuenta de que el Departamento de Estados no había hecho casi nada a pesar de las súplicas por ayuda al consulado. Unas semanas tras el arresto de Seidenfeld, su abogado local le hizo llegar un mensaje de otro abogado kazako: Seidenfeld sería liberado si pagaba un rescate de US$ 5 millones. Seidenfeld no tenía el dinero y permaneció en la cárcel. En octubre de 2006, tras once meses en Siberia, Seidenfeld fue extraditado a Kazajistán.
¿Cuánto cuesta encarcelar a alguien en Kazajistán con cargos falsos? “Un par de cientos de miles de dólares”, señala un inversionista extranjero, que prefirió mantenerse en el anonimato. “Y luego tienes que pagar más para alargar tu sufrimiento”. Pálido y desmoralizado, Seidenfeld llegó esposado a la corte regional de Almalinsky a mediados de junio de este año. Al final, Seidenfeld recibió ayuda del gobierno estadounidense, pero de un modo inesperado. En 2004, tras ser despedido de Arna y antes de regresar a Moscú para trabajar con Golden Telecom, Seidenfeld pasó tres meses en Las Vegas, donde conoció a la congresista Shelley Berkley, que se ocupó luego de su caso. Cuando el presidente Keikebasova, de Kazajistán, visitó la Casa Blanca recientemente, Berkley le mencionó el caso. El 11 de julio, el juez declaró inocente a Seidenfeld.
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Este es el resumen del artículo "Pesadilla en el pueblo de la bonanza" publicado en Noviembre 2007 en la revista Fast Company.
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