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Lujo para las masas |
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| En Milán hay una tienda de productos de cuero llamada Valextra, que vende una exquisita línea de maletas del todo inapropiadas para la vida moderna. Las maletas, que cuestan al menos US$ 5 mil por unidad, no tienen ruedas ni asas ni agarraderas retráctiles. Y lo más raro de todo es que vienen en un hermoso cuero blanco que se estropearía a penas fueran facturadas con una aerolínea comercial. Pero, como dice discretamente Martina Terazzi, asistente de ventas de Valextra, dichas maletas funcionan mejor cuando se las usa en un jet privado.
Esto es lo que antes significaba “lujo”; es decir, algo bien hecho, muy caro y desvergonzadamente elitista. Poseer este tipo de bienes no era sólo cuestión de tener dinero sino, además, clase. Los bienes de lujo eran vendidos en tiendas pomposas, cuyo intimidante personal llevaba guantes blancos y le miraba los zapatos al cliente antes de dignarse a enseñar la mercancía.
Pero hoy en día esta es la excepción. Los bienes de lujo ya no están reservados para los ricos excéntricos. De hecho, cada vez más se vuelven el dominio de una clase media presumida. Hoy en día, cualquiera está dispuesto a pagar altos precios por algo que lo hace sentir especial.
Algunas casas lujosas, como Dior, Cartier y Chanel, han hecho fortunas expandiendo sus líneas de productos a ámbitos más amplios. Y no sólo estamos hablando de los accesorios tradicionales. Armani vende chocolates. Prada vende teléfonos móviles. “No estamos en el negocio de vender carteras sino en el negocio de vender sueños”, señala Robert Polet, director de Gucci Group.
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Este es el resumen del artículo "Lujo para las masas" publicado en Septiembre 17, 2007 en la revista Fortune.
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