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Un duro tratamiento



Revista: The Economist
Tema: Economía
Fecha: Noviembre 17, 2007
Los precios del petróleo tienen un sitial especial en el folclor económico. Las dos peores recesiones en las últimas décadas estuvieron precedidas por sorpresivas alzas del precio del petróleo, primero en 1973 y luego en 1979. Estas dos alzas, que fueron propiciadas por la Organización de Países Exportadores de Petróleo al limitar el suministro de petróleo, siguen siendo el mejor ejemplo de lo que es un “shock” económico; es decir, un sorpresivo cambio de las condiciones comerciales. Desde entonces, las alzas abruptas de los precios del petróleo han generado ansiedad.

Los altos precios del petróleo perjudican la economía porque actúan como un incremento de los impuestos. Las firmas que requieren de combustibles encaran mayores costos y, por tanto, parte de la producción deja de ser rentable. Los consumidores, que pagan más en gasolina y calefacción, gastan menos en otras cosas. Y si piden un aumento de salario para compensar la caída de su poder de compra, es posible que pierdan sus empleos. La demanda global dependerá, entonces, del modo en que los países productores de petróleo gasten sus ingresos extraordinarios. Aunque dichos ingresos sean gastados en bienes producidos por los países importadores de petróleo, el abrupto cambio en la distribución del ingreso global será un factor desestabilizador.

Así que es comprensible el temor que está generando el alza de los precios del petróleo. Sin embargo, las cosas han cambiado. Los actuales precios del petróleo hubieran sido impensables hasta no hace mucho. Seis años atrás, cuando se podía comprar un barril de crudo por US$ 20, el nivel actual de los precios del petróleo habría despertado el temor de una profunda recesión. Pero, y a pesar de las pasadas crisis, los precios del petróleo han aumentado aún más sin descarrilar un período de crecimiento sostenido que ya lleva cinco años. ¿Por qué el espectro del alza de los precios del petróleo está causando menos temor?

El petróleo es especial porque se trata de una forma de energía densa y portable. No es fácil adoptar alternativas, así que las interrupciones del suministro son muy perjudiciales. Sin embargo, el mejoramiento de la eficiencia energética significa que la dependencia del petróleo ha disminuido. Los países ricos usan menos de la mitad del petróleo que usaban en 1970. Así que, si bien los precios en términos reales están al mismo nivel que en los años setenta, su impacto es menos poderoso. Si los consumidores están más dispuestos a personar las crisis energéticas, se debe en parte porque están más acostumbrados a la volatilidad de los precios y, en parte, porque tienen más confianza de que los funcionarios gubernamentales mantendrán la inflación bajo control.




Este es el resumen del artículo "Un duro tratamiento" publicado en Noviembre 17, 2007 en la revista The Economist.

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