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Correr para detenerse |
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| Cantarell, en el Golfo de México, fue una vez el mayor pozo petrolero costero del mundo; contaba con 35 mil millones de barriles de petróleo. Pero, hoy en día, tras casi tres décadas, se está secando. Durante su mejor momento, en 2004, producía 2,1 millones de barriles al día; es decir, 60% de la producción total de México. Pero esta cifra ya ha caído más de 500 barriles al día y se espera que caiga unos 200 mil barriles más en primavera. Este es un problema para México y para el mundo. Aunque México tiene menos de 1% de las reservas petroleras probadas del mundo, es el sexto mayor productor. Su producción de 3,1 millones de barriles diarios está muy por debajo de la de Venezuela o Kuwait. Y si bien el petróleo ya no domina la economía mexicana, sí lubrica las finanzas públicas al contribuir casi con 40% de los ingresos federales.
Desde su nacionalización en 1938, el petróleo mexicano ha estado en manos de Petróleos Mexicanos, un monopolio estatal. Pemex se parece a un ministerio gubernamental mal administrado. Sus últimos tres presidentes han sido acusados de corrupción (aunque estas acusaciones se pueden deber a rencillas internas por el poder). Debe cumplir con reglas muy severas para evitar la extorsión, lo que en la práctica le impide hacer cualquier cosa.
Este gigante fracasado está ahora en una “carrera contra el tiempo” para compensar el problema de Cantarell, señala Fabio Barbosa, especialista en energía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es una carrera que con mucha seguridad perderá Pemex. Según un informe publicado en diciembre por el ministerio de energía de México, la producción petrolera del país disminuirá a 2,5 millones de barriles diarios a menos que se hagan reformas legales.
La solución más obvia es privatizar la compañía; pero esto es políticamente imposible. Otro paso importante sería otorgarle a Pemex el control de su presupuesto. Actualmente, la compañía contribuye con cerca de US$ 10 mil millones para el tesoro federal, aparte de ciertos impuestos. Otra propuesta es abrir el sector refinación, transporte y distribución a compañías privadas. Pero el verdadero problema es cómo lograr que Pemex se vuelva más eficiente y abierta. Los dos últimos presidentes de México no lograron reformar el sector. Según Sergio Osorio, asesor del Partido Revolucionario Institucional, Felipe Calderón, actual presidente de México, podría poner en peligro su legitimidad si también intentara implementar dichas reformas. Sin embargo, ante la posible disminución de los ingresos petroleros, Calderón debería pensarlo bien.
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Este es el resumen del artículo "Correr para detenerse" publicado en Diciembre 22, 2007 en la revista The Economist.
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