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Adiós, petróleo |
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| En México, pocos se atreven a descartar el mal augurio: el petróleo se está acabando. Los yacimientos en producción muestran signos de agotamiento. Al mismo tiempo, la petrolera estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) no tiene los recursos económicos ni la tecnología para explotar los yacimientos que aún están disponibles en la profundidad del Golfo de México.
Ante este escenario, el país trata de impulsar el desarrollo de nuevas fuentes de energía, en especial aquellas basadas en recursos naturales renovables. Y como ha ocurrido en otras latitudes, las autoridades mexicanas creen que los biocombustibles –con el etanol como elemento central– podrían ofrecer una alternativa a la política energética nacional.
Sin embargo, el entusiasmo no es general, como quedó demostrado el año pasado, cuando se votó en el Congreso la promulgación de la Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos, una iniciativa gubernamental para impulsar la producción y uso de biocombustibles. Aunque la iniciativa logró ser aprobada a pesar de la fuerte oposición de la izquierda, el presidente Felipe Calderón acabó por vetarla, realizar algunas observaciones y regresarla a los diputados para una nueva votación, que finalmente fue aprobada en diciembre de 2007 por el Senado.
México se ha tomado demasiado tiempo en discutir el tema; a diferencia de naciones como Colombia y Guatemala que recientemente han impulsado sus proyectos de desarrollo de biocombustibles. Y ese quizá sea el dato más inquietante del nuevo proyecto mexicano de biocombustibles: apenas está empezando.
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Este es el resumen del artículo "Adiós, petróleo" publicado en Enero 2008 en la revista América Economía.
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