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Ladrones bien vestidos |
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| Los carteles siempre han estado prohibidos; pero muchos países del mundo rico están implementando sanciones criminales contra la práctica de establecer precios en conjunto. Arreglar los mercados es penado con prisión en Alemania, Francia, Irlanda, Japón y Canadá, así como en Estados Unidos e Inglaterra. Y Australia está a punto de adoptar la misma medida. Pero, ¿por qué este aumento de la severidad contra la cartelización? Después de todo, hay otros pecados en contra de la libre competencia que suelen ser sancionados con una simple multa. El juicio en contra de Microsoft, por aprovecharse de su posición privilegiada, fue resuelto en las cortes de la Unión Europea con una multa de US$ 990 millones. Pero Steve Ballmer, director general del gigante del software, nunca estuvo amenazado de ir a prisión.
La razón de esto es que las acusaciones de monopolio, tales como la que le hicieron a Microsoft (por valerse de su monopolio en el negocio de sistemas operativos para perjudicar a la competencia en mercados relacionados), son difíciles de distinguir de una competencia robusta. Uno de los pecados de la compañía fue integrar el media player a Windows. Sin embargo, esta es una práctica muy común y enteramente legítima. Cualquier café integra los huevos, el tocino y las salchichas a un plato que cuesta menos que sus partes constitutivas.
También es difícil distinguir entre un descuento y un precio de depredación. Los descuentos por lealtad son ampliamente utilizados en los negocios y traen beneficios tanto a consumidores como a proveedores. Pero estas prácticas también pueden ser utilizadas para mantener a la competencia fuera del mercado y crear un monopolio. En estos casos es difícil determinar si las acciones de la firma son perjudiciales para el consumidor. Es posible que las firmas no estén seguras de lo que está permitido. Además, unas sentencias muy duras podrían conllevar a una disminución de la competencia.
Pero esta ambigüedad no existe con los carteles. Cuando las firmas llegan a un acuerdo para fijar los precios, se trata de una clara conspiración en contra del consumidor. Además, dado que estos pactos son secretos y difíciles de descubrir, es preciso imponer penas más duras. En principio, sería suficiente con una multa. Pero, en la práctica, una multa muy cuantiosa podría dejar en malas condiciones a la compañía y perjudicar a terceros tales como proveedores y trabajadores. Multar a los gerentes puede generar los mismos efectos que multar a la compañía. Hay evidencias de que las sanciones personales son más efectivas que las penalidades financieras. Según una encuesta realizada por la Oficina de Comercio Justo inglesa, la sanción que más temen los ejecutivos es la prisión.
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Este es el resumen del artículo "Ladrones bien vestidos" publicado en Febrero 23, 2008 en la revista The Economist.
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