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La historia del hueco |
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| Krispy Kreme es la marca más reconocida en Estados Unidos. Sus rosquillas (donuts) son buscadas y amadas por igual por consumidores de entre 5 y 75 años. Sólo a tres tipos de personas no le gustan: a los nutricionistas, a los franquiciantes de Dunkin Donuts y a los mentirosos compulsivos.
La empresa es relativamente pequeña, tiene 292 tiendas (su competencia tiene 3.600 sólo en los Estados Unidos) y el año pasado alcanzó US$ 492 millones en ventas, ganando US$ 33 millones. Su crecimiento en ventas es del 11%, sus márgenes operativos están cerca del 16% y ha contratado 7 mil empleados en los últimos tres años. Pero su desarrollo va más allá de las cifras económicas, tiene que ver con el tan nombrado “sueño americano”. El hombre tras el ascenso es el CEO Scott Livengood.
En un vecindario industrial de Winston-Salem se encuentra la primera planta de KKD, donde cada siete segundos se empacan los recipientes de la mezcla que serán enviados a cada una de las sucursales. La fórmula obviamente es secreta y permanece en resguardo. La empresa obtiene ganancias de diferentes formas: vendiendo directamente las donuts, la mezcla para hacerlas, las máquinas para producirlas y otros subproductos. Su historia comienza a mediados de 1930, cuando un fabricante llamado Vernon Rudolph compró una receta secreta de un pastelero de Nueva Orleans. Siete años más tarde este emprendedor estaba vendiendo su producto y en unas décadas había abierto otras tiendas. Murió en 1973 y la empresa pasó a manos de Beatrice, un conglomerado de Chicago. Esta unión trajo algunos inconvenientes, ya que al nuevo dueño le interesaban más las ganancias que la marca y comenzó a emplear ingredientes más baratos para la fórmula. Finalmente en el 82, en conjunto y lideradas por Joe McAleer, las franquicias compraron la empresa por US$ 24 millones.
A mediados de los 80, McAleer le pidió a Livengood que trabajaran juntos en la gerencia de la empresa. Ambos dieron con el concepto “teatro de donuts”, pusieron el equipo de fabricación en sitios donde los clientes pudieran ver el proceso de cocción y de decoración e incrementaron el tamaño en un 40%. En 1996, KKD abrió una tienda en Nueva York así como una campaña para dar a conocer su producto (enviando muestras a los conductores de programas de televisión), lo cual hizo entender a sus gerentes que la mejor estrategia era dar una muestra del producto, no publicitarlo.
En abril del 2000 la empresa fue a la oferta pública de acciones, según peticiones de sus empleados (y el voto unánime de los mismos tal como expresa la normativa de la organización), tras algunos años de negociaciones. Y esta decisión ha sido todo un éxito. La acción finalizó el primer día a US$ 9,25 y hoy en día se vende a US$ 37. Pero cualquiera sea el precio, existe algo seguro, la empresa se queda en el mercado, no es un vuelo nocturno como el de las punto com. Son 66 años de historia y es un producto que la gente no sólo ama sino que entiende.
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Este es el resumen del artículo "La historia del hueco" publicado en Julio 7, 2003 en la revista Fortune.
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