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El precio de estar sano | 
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| “La justicia es una cuestión de vida o muerte”. Así comienza un informe largo y provocador publicado el 28 de agosto por un grupo de expertos en las áreas de salud y desarrollo. Los expertos, entre los que se encontraba Amartya Sen, premio Nobel de economía, fueron comisionados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que dieran su opinión acerca del problema de la desigualdad y la salud en el mundo. Tras más de dos años de trabajo, el equipo publicó un artículo titulado Estrechar la brecha en una generación.
Pero, ¿exactamente qué brecha? Está claro que la vida de un habitante pobre de Caracas es más corta, desagradable y brutal que la de una persona rica de Colonia o Chicago. Pero, entonces, ¿por qué, se preguntan los expertos, los hombres que nacen en Calton, una zona áspera de Glasgow, tienden a morir más de dos décadas antes que los hombres de la ciudad satélite de Lenzie, a solo cuantas millas? ¿Por qué las mujeres de origen asiático de Estados Unidos viven, en promedio 87 años, mientras que los hombres de origen africano viven sólo 69 años? La explicación, de acuerdo con la OMS, no se reduce a una cuestión de ingresos. Tampoco se reduce a la capacidad de los diversos sistemas de salud. Aparte de estos factores, señala el reporte, también hay factores sociales, políticos y económicos que no tienen nada que ver con la salud, pero que, aún así, determinan si un niño crecerá y se desarrollará por completo y llevará una vida plena o no.
Para reducir los efectos de estos factores no relacionados con la salud, los expertos crearon una larga lista de objetivos. Entre estos están, por ejemplo: 1) hacer un llamado a los gobiernos para que mejoren la calidad de vida de sus ciudadanos, en particular la de mujeres y niñas de países pobres, mediante inversiones en salud y educación, y creando mejores condiciones laborales, 2) enfatizar la necesidad de reducir las desigualdades derivadas de una mala distribución del poder, el dinero y los recursos, mediante un mayor apoyo de la sociedad civil y mejores políticas económicas y 3) promover la transparencia y un mejor criterio para evaluar la disminución de la desigualdad en el área de la salud. El manifiesto ofrece un nuevo paradigma de desarrollo.
Tal vez la propuesta de acabar con la desigualdad en una generación sea novedosa. Pero, ¿no será todo esto una simple expresión de las esperanzas de estos expertos? En principio, hay buenas razones para no seguir al pie de la letra el informe. Primero, los autores exageran la originalidad de sus ideas: no ofrecen un paradigma totalmente nuevo. Segundo, es posible que al hacer hincapié en los determinantes sociales de la salud hayan dejado relegada la relación más obvia entre salud e ingresos. Tercero y último, es posible que criticar la distribución del poder y del dinero no sea de mucha ayuda para alguien que debe decidir cómo destinar escasos recursos médicos. Pero, si dejamos de lado el sesgo ideológico del informe, hay ciertos elementos que se deben tomar en cuenta. Según Ruth Levine, del Centro para el Desarrollo Global, este manifiesto es útil a pesar de su imperfección. Por ejemplo, el reporte redescubre la visión que se tenía sobre la salud global antes del año 2000. Es decir, que la pobreza y la desigualdad son causas de una mala salud.
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Este es el resumen del artículo "El precio de estar sano" publicado en Agosto 30, 2008 en la revista The Economist.
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