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Rusia: Variaciones enigmáticas



Revista: The Economist
Tema: Negocios con Rusia
Fecha: Noviembre 29, 2008
El 25 de diciembre de 1991, la bandera soviética del Kremlin descendió por última vez. Tras el inevitable colapso del imperio soviético, el mundo vio con una mezcla de esperanza y desesperación cómo surgía un nuevo país menos libre y democrático de lo que se esperaba. La confrontación con EUA no terminó sino que cambió. A principios de agosto de este año, el ejército ruso cruzó una frontera reconocida internacionalmente y ganó una corta batalla frente a Georgia. Esto le trajo a buena parte de los observadores recuerdos sobre la Guerra Fría: parecía como si Rusia estuviera tratando de recobrar sus antiguos territorios. De hecho, el país está gobernado por un ex agente de la KGB (Vladimir Putin), que ve enemigos por doquier; la oposición política ha sido aplastada; algunos periodistas independientes han sido asesinados; y, los medios oficiales hacen propaganda antiestadounidense.

Pero estos paralelos con la Guerra Fría son engañosos. Rusia ya no es la Unión Soviética ni es comunista ni tiene mucha fe en la planificación central. Cuenta con negocios privados, tiene una especie de libre mercado y un gran apetito por consumir. Las firmas rusas están listadas en las bolsas extranjeras. Sus ejecutivos vuelan a las fábricas, leen periódicos financieros y trabajan en sus computadoras portátiles. Además, la élite del país está muy ligada al Occidente: tienen propiedades en Londres, sus hijos estudian en Inglaterra o Estados Unidos, y tienen cuentas en bancos extranjeros. A pesar de todo esto, el Kremlin no deja de ser autocrático y antiestadounidense. Hasta los momentos, el estado no ha interferido con la vida privada de las personas. Estas pueden producir dinero, consumir, viajar al exterior, conducir automóviles importados y escuchar el tipo de música que gusten. Incluso pueden criticar al Kremlin siempre que sea por la radio, el periódico o la Internet; nunca por la televisión. Por otra parte, la popularidad de Putin es genuina y llegó a 90% durante la guerra con Georgia.

La paradoja del nacionalismo ruso es que su ardor patriótico se basa en el modelo estadounidense. La confrontación del Kremlin con Occidente no tiene que ver con diferencias ideológicas o económicas sino con la convicción de que Rusia no es diferente de Estados Unidos y de que los valores Occidentales no son mejores que los rusos. Igor Shuvalov, viceprimer ministro y mano derecha de Putin, estaba en Londres (donde estudia su hijo) cuando comenzó el conflicto con Georgia. Según Shuvalov, la guerra demostró que Rusia y Occidente están siguiendo el mismo camino. “Tenemos los mismos valores. Rusia es un país civilizado, todos queremos vivir bien, como el estadounidense común. Nos queremos proteger de las amenazas externas, igual que ustedes… Tal vez no tengamos una infraestructura democrática tan sofisticada, pero las elecciones presidenciales estadounidenses son en esencia iguales a las nuestras”. La confrontación entre Rusia y Occidente, concluyó, no tiene que ver con los valores sino con diferentes intereses financieros y geopolíticos.

Hace unos años, Putin dijo que el objetivo de Rusia era volverse competitiva. Según el Kremlin, Rusia ha recobrado su estatura de “potencia económica”. Sin embargo, la economía rusa depende en gran medida de los recursos naturales, y los negocios privados tienen que soportar constantemente el acoso del estado. La corrupción está tan extendida que ya se ha vuelto la regla. La brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor. Rusia está construyendo gasoductos hacia Europa cuando la mayor parte del país carece de gas. Rusia tiene el potencial suficiente como para convertirse en una nación fuerte y próspera, pero el nacionalismo del Kremlin, la hostilidad hacia Occidente y el autoritarismo dificultan esta tarea.




Este es el resumen del artículo "Rusia: Variaciones enigmáticas" publicado en Noviembre 29, 2008 en la revista The Economist.

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