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Política exterior brasilera: al ritmo de samba, pero con pasos en falso |
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| La cumbre recientemente convocada por Brasil, donde los países de América Latina y el Caribe se reunieron por primera vez sin la presencia de EUA o Europa, tiene un claro simbolismo: ahora es Brasil y no EUA el principal poder en la región. Pero el encuentro tuvo poca sustancia. En cada una de sus tres reuniones paralelas, los deseos fraternales fueron eclipsados por diferencias políticas. Los miembros del Mercosur no pudieron ponerse de acuerdo sobre las normas de importación de mercancías externas al bloque y los de Unasur establecieron un consejo de defensa para neutralizar conflictos, pero fallaron en elegir un secretario general. La presencia de Raúl Castro, de Cuba, estimuló la habitual retórica antiestadounidense de algunos dirigentes, aunque el mensaje de Brasil fue más sutil: "Queremos una buena relación con EUA, pero no dependemos de un tutelaje externo", dijo su canciller, Celso Amorim.
El gobierno de Lula llegó en 2003 con tres grandes objetivos de política exterior: obtener un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, conseguir un acuerdo mundial de comercio, y crear un potente bloque suramericano. El comercio y otros vínculos en África y Asia se han fortalecido y Brasil ha liderado con éxito la misión de la ONU en Haití, pero China bloqueó la reforma del Consejo de Seguridad y a pesar de los esfuerzos, las conversaciones comerciales de Doha se estancaron. También la integración regional ha resultado complicada. En el Mercosur las barreras al comercio se multiplican, un acuerdo para el libre comercio de autos fue aplazado en 2007 y sus miembros no adoptaron una posición común en Doha.
En su primer mandato, Lula fue mucho más cálido hacia algunos regímenes de extrema izquierda en la región, como el de Hugo Chávez en Venezuela, buscando ser percibido por sus partidarios como un verdadero gobierno de izquierda, a pesar de sus políticas económicas ortodoxas. Pero su promesa de ser generoso con los pequeños países vecinos para impulsar la integración no siempre ha sido correspondida. Evo Morales nacionalizó las operaciones en su país de Petrobras, en 2006 y en cada reunión sobre el comercio, a Brasil se le demanda hacer más por sus vecinos. El temor a ser paternalistas ha dado lugar a un enfoque más estricto. Brasil llamó a su embajador en Ecuador cuando el presidente Rafael Correa expulsó a los directivos de Odebrecht y se negó a devolver un préstamo de US$ 243 millones al Banco Nacional de Desarrollo de Brasil. Ha ignorado las demandas de Paraguay, para renegociar un tratado por el cual vende electricidad a Brasil, y aunque nunca critica a Chávez en público, cada vez más trata de flanquearlo.
La reunión de esta semana puede ser el germen de un nuevo club panamericano. Pero a pesar de la cordialidad, sigue siendo difícil alcanzar la armonía regional. EUA pronto tendrá un nuevo líder popular, que sin duda será la estrella de los 34 países (todos excepto Cuba) en la Cumbre de las Américas en Trinidad, en abril. Brasil se ha vuelto mucho más influyente en la región, pero no es el único en el juego.
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Este es el resumen del artículo "Política exterior brasilera: al ritmo de samba, pero con pasos en falso" publicado en Diciembre 20, 2008 en la revista The Economist.
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