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El ejército brasilero: ¿para qué sirve? |
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| Cuando Roberto Mangabeira Unger intercambió su vida como filósofo y profesor de derecho en Harvard por un lugar en el gobierno brasileño, le fue dado un pequeño ministerio desde el cual pensará sobre el futuro. Desde éste puesto, el Sr. Unger ya ha producido una propuesta para regularizar la tenencia de tierras en el Amazonas. Él también posee un gran método para rediseñar la economía mundial (con la ayuda de su antiguo alumno, Barack Obama). Su más reciente plan es un mapa para las fuerzas armadas de Brasil – una tarea inusual para un hombre cuya vida anterior consistía en escribir largos y gnómicos libros acerca de "la radicalización de la indeterminación".
Existen algunas pistas del filósofo en su "Estrategia de Defensa Nacional". La conscripción, de la cual el Sr. Unger es partidario de continuar (aunque muchos jóvenes la evaden), es descrita como un "espacio de republicanización". Pero en algunos aspectos su reporte reitera las preocupaciones tradicionales de las personas importantes en la milicia, incluida la urgencia para dominar nuevas tecnologías como la energía nuclear (para potenciar submarinos, no hacer bombas) y una leve paranoia sobre la Amazonia.
El ejercito de Brasil ocupa un lugar ambiguo en la vida nacional. Sus oficiales, apasionados con una fe en el progreso importada desde Francia, reemplazaron a la monarquía con una república en el siglo XIX. El ejército se ha visto frecuentemente a sí mismo como una fuerza para construir la nación, colocando carreteras y erigiendo hospitales. Pero también ha capturado el poder a veces, como en los 21 años hasta 1985, durante el cual una miembro del actual gabinete fue torturada por sus visiones políticas.
Cuando Brasil se convirtió en democracia de nuevo se las arregló para mantener al ejército fuera de la política, pero no definió un nuevo rol claro para éste. El territorio de Brasil no ha sido seriamente amenazado desde los años 1860, cuando en conjunto con Argentina y Uruguay aplastó al diminuto Paraguay. Las fuerzas armadas ahora hablan mucho de flexibilidad, aunque esto no es tanto una noción de moda como una reflexión de la dificultad de imaginar amenazas a un país que es casi instintivamente pacifista. El Sr. Unger utiliza la palabra flexibilidad 31 veces en su ensayo de 70 páginas.
En los últimos años, sin embargo, el gobierno ha comenzado a pensar acerca de proyectar poder en el extranjero. Desde el 2004, Brasil ha comandado la intervención de las Naciones Unidas en Haití. Luego de un comienzo lento durante cuya misión fue plagada por objetivos poco claros, ahora es considerado como un gran éxito en medio de horribles fallas en el Congo y Somalia.
Un segundo uso para el ejercito, destacado prominentemente en los planes del Sr. Unger, está en el monitoreo de la región Amazónica. El anterior gobierno militar tenía una fijación con la idea de que una larga y frondosa frontera hacía a la nación vulnerable y que los extranjeros codiciaban los bosques brasileños. Aumentando el número de tropas para impedir la tala forestal y ganadería ilegal sería entonces un regreso a dos modos de pensamiento militar: defender los bosques de los invasores y extender el alcance del estado.
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Este es el resumen del artículo "El ejército brasilero: ¿para qué sirve?" publicado en Enero 17, 2009 en la revista The Economist.
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