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¿Puede la tecnología salvar a la economía? |
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| No cabe duda de que US$ 100 mil millones es una asombrosa cantidad de dinero. Pero esa es la cantidad que la ley de estímulo federal le asigna al descubrimiento, desarrollo e implementación de varias tecnologías. Cerca de US$ 20 mil millones van destinados al desarrollo de los historiales médicos electrónicos; otros US$ 7,2 mil millones irán destinados a mejorar el servicio de banda ancha en ciertas áreas rurales; y, más impresionante aún, casi US$ 60 mil millones serán invertidos en el área energética: desde la implementación de programas de eficiencia energética hasta la construcción de una infraestructura que funcione con biocombustibles y energía solar. Esta inversión de dinero es impresionante sobre todo porque el gasto federal no había tocado estas áreas en años.
La decisión de hacer grandes inversiones en el área energética con el fin de alcanzar tanto objetivos económicos a corto plazo como beneficios ambientales a largo plazo constituye un “gran cambio” en las políticas gubernamentales, señala Robert Pollin, profesor de economía de la Universidad de Massachusetts. Pero, ¿qué tan realistas son las expectativas que yacen bajo el estímulo financiero? ¿Es cierto que un gran avance tecnológico puede terminar impulsando la economía? ¿Esta inversión repentina fomentará de verdad el desarrollo de nuevas tecnologías?
Casi todos los economistas admiten que el progreso tecnológico conlleva a largo plazo un crecimiento económico. Pero hay un gran número de economistas y expertos en políticas públicas que rechazan por ambivalente la inversión en nuevas tecnologías. Les preocupa que el estímulo financiero confunda los retos económicos a corto plazo con el progreso tecnológico a largo plazo. Por tanto, señalan, no les parece el mejor modo de alcanzar ninguno de los dos objetivos. Según la teoría macroeconómica, los estímulos financieros tienen una función muy clara: durante las desaceleraciones económicas, los gobiernos incrementan el gasto para compensar el hecho de que los consumidores y negocios están gastando menos. Y la clave aquí es que debe ser rápido y depende de mucho trabajo.
Pero la preocupación va más allá del hecho de que la inversión en el área tecnológica contradiga la teoría macroeconómica tradicional. A esto se añade el hecho de que el estímulo podría terminar perjudicando las tecnologías que pretende impulsar. Dado que la ley fue escrita en muy poco tiempo y está repleta de intereses políticos, los economistas y expertos ponen en duda algunas de las áreas a impulsar. Por ejemplo, ¿vale la pena pagar miles de millones de dólares para extender las redes de fibra óptica hasta las zonas rurales? ¿Qué pasará cuando las compañías de electricidad conectadas a redes de transmisión ubicadas en remotas granjas solares o eólicas no puedan competir con otras fuentes de energía más baratas?
El problema del estímulo financiero es que “contiene demasiadas cosas”, señala Daron Acemoglu, economista del MIT. Por tanto es difícil evaluar sus diversos programas de gastos. Por otra parte, Acemoglu sugiere que “cuando se invierte en malos proyectos en nombre de un estímulo financiero, se hace mucho daño. Primero, no estamos ayudando realmente. Segundo, estamos confundiendo las cosas. Y, tercero, estamos envenenando el pozo del futuro”.
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Este es el resumen del artículo "¿Puede la tecnología salvar a la economía?" publicado en Mayo/Junio 2009 en la revista Technology Review.
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