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La reforma sanitaria en EUA |
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| Tal vez debamos culpar al clima o a la falta de noticias más importantes, pero los argumentos sobre el sistema de salud de EUA han llegado al delirio en las últimas semanas. Las partes se acusan entre sí de ser promotores del mal, comerciantes de la salud e, incluso, de ser antiamericanos. Es una lástima que un debate tan importante y sobre un tema tan complicado, que afecta directamente a cada ciudadano y que supone una cifra cercana a los US$ 2 mil millones (un séptimo de la mayor economía mundial), se haya degenerado de esta forma. Ahora el debate está saltando el Atlántico. Al parecer, los enemigos de la reforma de salud de Barack Obama no tienen más armas que acusarlo de tratar de reproducir en territorio estadounidense el pavoroso Servicio Nacional de Salud (NHS por sus siglas en inglés) de Gran Bretaña.
Esta comparación con el NHS es muy desafortunada por dos razones. Primero, cuando se les presenta una visión poco precisa del sistema de salud británico, los estadounidenses pierden perspectiva y dejan de ver las debilidades de su propio sistema, que debe ser reformado antes de que colapse a merced de su costosa ineficiencia. Los estadounidenses han tenido que escuchar durante este verano toda una retahíla de falsedades. Por ejemplo, que si hubiera vivido en Inglaterra, el astrofísico Stephen Hawking habría sido abandonado a morir de la enfermedad motora que sufre. Hawking vive en Inglaterra. Pero peor aún fue el comentario del senador Charles Grassley, quien aseguró que, debido a su avanzada edad, si su colega de 77 años de edad, Edward Kennedy, hubiera vivido en Inglaterra, no habría sido tratado del cáncer de cerebro que padecía.
Lo que ocultan estas calumnias es que el NHS cuesta la mitad por persona que el sistema estadounidense. Y, sin embargo, ofrece mejores resultados. Todo esto sin dejar de lado, como lo hace el vergonzoso sistema estadounidense, a cerca de 46 millones de personas, es decir, 15% de la población, que se ve obligada a acudir a servicios médicos costosos y poco eficientes. Y esto sin mencionar a la gran cantidad de personas que cuentan con seguros tan limitados que, en caso de una enfermedad prolongada, pierden cobertura. Pero los políticos estadounidenses continúan mintiendo sobre los sistemas de salud de otros países. Así que no logran ver a plenitud aquello de lo que se están perdiendo.
El segundo punto es que todo este debate está empañando la posibilidad de controlar los costos de los servicios de salud. Obama prometió que su reforma reduciría los costos y extendería la cobertura. Pero el gobierno está tan asustado de que lo acusen de “racionar” el sistema de salud, como sucede en los sistemas “socialistas” (por ejemplo, el NHS), que con seguridad la nueva ley hablará muy poco de controlar los costos. La realidad es que, al igual que Inglaterra, los EUA ya raciona con creces el sistema de salud. Alrededor de la mitad de los estadounidenses están cubiertos por uno u otro programa gubernamental. Por tanto, una discusión más honesta giraría en torno a la creación de un sistema que, por una parte, no fomente exámenes y procedimientos innecesarios para los pacientes y, por la otra, evite que los médicos los receten.
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Este es el resumen del artículo "La reforma sanitaria en EUA" publicado en Agosto 22, 2009 en la revista The Economist.
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