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Manejando por el valle de la sombra de la muerte |
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| Lior Baratz es un israelí de 26 años, chofer de la línea de autobuses Egged. En abril del 2002 presenció la explosión de una unidad hermana de la línea. La bomba cobró seis víctimas e hirió a 104 personas e hizo que Baratz tomara un descanso.
En los últimos tres años, desde el comienzo de la incursión de la segunda intifada Palestina en Israel, Egged ha sido una de las empresas más atacadas, tanto como la misma nación. Desde marzo del 2001, los suicidas portadores de bombas han explotado 20 autobuses, lo que en promedio es un ataque cada 40 días y han matado a 143 pasajeros (más del 25% de todas las muertes civiles israelitas en la intifada). La meta de los ataques es convertir a los medios más confiables y ordinarios de la vida cotidiana en objetos de terror citadino.
La empresa ha respondido en una forma pragmática. Uno de sus gerentes explica que han aprendido a vivir con esta amenaza como parte de la realidad. Si un autobús explota, no cesa el transporte público. No se trata sólo de persistencia o determinación, sólo el rechazo a ser una víctima. No existe manual de gerencia para manejar una empresa que se ha convertido en blanco de guerra. Egged opera el 70% del servicio de transporte público en Israel; tras los ataques, ha reducido su capacidad en un 10% en los últimos tres años, pero no ha eliminado o cambiado rutas, ni han renunciado sus conductores.
La mayoría de los ciudadanos depende del transporte público. Los profesionales lo usan para trasladarse. No existen buses escolares. En un día de semana, las unidades circulan llenas de pasajeros de todas las edades. Es por esto que las intenciones de los hombres bombas es irrumpir en la rutina diaria de Israel y mantener el miedo en los pasajeros, los conductores, los peatones cercanos, los dueños de automóviles y cualquiera alrededor. Los israelitas no llaman al conflicto originario la “intifada”, palabra árabe que significa “levantamiento”, ellos prefieren usar la hebrea “matzav” que significa “situación”. El lenguaje dice mucho. Para Egged, las bombas son parte de la “situación”, una pieza de un ambiente incontrolable con el cual se debe convivir, que tampoco se sabe cuándo va a terminar, pero que en todo caso luce como una recesión económica.
Egged tiene una completa estructura corporativa, tiene 7.000 empleados, de los cuales 4.125 son conductores. La empresa se está preparando para deshacerse de su componente cooperativo, mientras que su componente público (es en parte propiedad del Estado) está tratando de abrir nuevas rutas. Egged se está expandiendo a nuevos negocios, incluyendo un servicio de mudanzas y un sistema ferroviario ligero. En cuanto al terrorismo, la empresa no ha creado mecanismos de defensa como los norteamericanos originados luego del ataque del 11 de septiembre. No cuenta con un equipo de análisis de bombas ni las unidades han sido rediseñadas para protección. Lo que se ha hecho es crear una fuerza de seguridad de 450 personas que pueda, en todo caso, detectar a posibles sospechosos portadores de bombas en las paradas.
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Este es el resumen del artículo "Manejando por el valle de la sombra de la muerte" publicado en Septiembre 2003 en la revista Fast Company.
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