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Mexico: quebrando un monopolio eléctrico |
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| Cuando Felipe Calderón declarara en su reporte anual al Congreso en el mes de septiembre que México necesitaba perseguir un cambio “fundamental”, la organización política del país se murió del aburrimiento. Casi todas las reformas que él propuso durante los primeros tres años de su presidencia fueron diluidas en la legislatura y su conservador Partido Acción Nacional (PAN) acababa de perder una elección de mitad de período. Pero una noche a principios de octubre, cuando los mexicanos se encontraban celebrando la clasificación de su equipo de fútbol para el Mundial, el Sr. Calderón comenzó a cumplir su palabra.
Sin advertencia, él despachó a más de 1.000 policías federales con trajes antimotín para que ocuparan las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, el distribuidor de energía eléctrica estatal de Ciudad de México y sus inmediaciones. Él promulgó un decreto clausurando la compañía y transfiriendo sus responsabilidades a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), otra compañía estatal que suministra electricidad al resto del país.
Luz y Fuerza ha sido un escándalo por décadas, habiendo sido manejada por los intereses no de sus clientes sino del sindicato de electricistas. Fue uno de los ejemplos más notorios de los privilegios corporativistas que florecieron en México bajo las siete décadas de mandato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en donde sindicatos y empresas privadas ganaban poder monopólico y protección por parte del estado. Aunque el PRI perdiera la presidencia en 2000, muchos vestigios corporativistas han sobrevivido.
El gobierno le estaba inyectando a Luz y Fuerza US$3 mil millones al año. La mayoría fue a parar a inmensas remuneraciones e incluso a unas pensiones mucho más sustanciosas de sus 44.000 empleados y 22.000 pensionados. La compañía se las ingenió para perder el 30% de su electricidad a través de conexiones ilícitas y fallas técnicas. Debido a que fue incapaz en proveerles a nuevos grandes clientes, las compañías han tenido la tendencia de establecer nuevas fábricas fuera de sus zonas de captación. En contraste, la CFE pierde sólo un 11% de su electricidad y no le cuesta nada al gobierno.
La toma por parte de la CFE ocurrió suavemente, con sólo unas pocas interrupciones dispersas del servicio eléctrico. El negocio es manejado por mucho menos personal del que requería Luz y Fuerza. El gobierno calcula que la medida ahorrará US$1,3 mil millones para el próximo año. Pero primero debe enfrentar la ira de los electricistas. El sindicato ha jurado ir en busca de miles de demandas legales. Para tratar de desalentar a la oposición, el gobierno ofreció indemnizaciones por cesantía adicionales si los trabajadores aceptaban su baja en el lapso de un mes. Se espera que una gran suma promedio de 33 meses de salario (costando un total de US$1,5 mil millones) supere la lealtad del sindicato.
Para el Sr. Calderón, la toma de Luz y Fuerza se asemeja a una proeza. Pero ésta puede ser una aislada. Los maestros del sindicato ejercen un agarre similar con las escuelas, por ejemplo, pero su líder es un aliado político del presidente. Los monopolios empresariales tienen también protección política. Si las reformas fundamentales fueran fáciles en México, más de ellas se hubieran producido.
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Este es el resumen del artículo "Mexico: quebrando un monopolio eléctrico" publicado en Octubre 17, 2009 en la revista The Economist.
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