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El silencio de Mammon |
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| Ante la desprestigiada imagen que han adquirido los empresarios de los países ricos pues son considerados como los responsables de la crisis financiera mundial, las compañías, con la ayuda de los políticos, deberán hacerse con todas las estrategias necesarias para limpiar su reputación corporativa y explicarle a la población los pros de los negocios para el crecimiento económico de los países.
El sector de los negocios, antes ubicado en un pedestal, ha caído en desgracia desde que la crisis crediticia casi condujo al mundo hacia otra depresión. Es más, los titanes empresariales que antes encabezaban las portadas de las revistas están viendo cómo sus carreras se derrumban al ser llamados ante comisiones del Congreso o enviados a la cárcel.
Es por ello que muchos empresarios se levantan entre las cenizas para hacer oír sus voces y condenar el hecho de que todo su gremio está siendo juzgado por los errores y delitos de otros. La crisis crediticia fue el resultado de la negligencia de los banqueros que otorgaron muchos préstamos y los legisladores que no pensaron en la posibilidad de un auge y caída económica.
Los defensores del sector empresarial sostienen que, gracias a las corporaciones, la población puede disfrutar de productos y servicios que antes estaban únicamente limitados a la élite. En pocas palabras, las empresas han permitido avanzar hacia la prosperidad, convirtiendo artículos antes catalogados como lujosos en productos de masas.
No obstante, existe un grupo opositor que descalifica la función de las compañías, reiterando que éstas no han asumido su responsabilidad social corporativa y culpabilidad por la recesión. De igual modo, alegan que su enfoque ha sido únicamente el bienestar material y se han desatendido por completo de su compromiso por dar respuesta a las inquietudes morales de la sociedad en cuanto a los negocios.
Las discusiones sobre la moralidad corporativa están abordadas por estos dos ángulos. Sin embargo, hoy la tendencia que mayor fuerza ha tomado entre los ciudadanos comunes es que las empresas son promotoras de avaricia, destructoras de creatividad y monopolizadoras del poder.
Esta percepción ha dejado a un lado los aspectos positivos que aporta el mundo empresarial: Por un lado, las compañías constituyen una práctica destacable de cooperación, en la que trabajadores, jefes, accionistas, proveedores y clientes establecen una red de confianza nacional e internacional. Por otro, las empresas promueven no sólo la creatividad con su búsqueda constante de productos ingeniosos, sino también el pluralismo político pues ponen un freno al poder y control de los gobiernos sobre la economía.
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Este es el resumen del artículo "El silencio de Mammon" publicado en Diciembre 19, 2009 en la revista The Economist.
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