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La Colombia de Uribe: no es todavía la tierra prometida |
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| En sus dos períodos presidenciales, Álvaro Uribe ha hecho de Colombia un país menos violento. Con ayuda de EUA y un nuevo impuesto al lujo, él ha expandido a la mitad las fuerzas de seguridad. Una mejor seguridad ayudó en cambio a impulsar el crecimiento económico.
Pero ha tenido contratiempos recientes en seguridad –el más dramático ha sido el secuestro y asesinato antes de Navidad por parte de las FARC del gobernador del departamento del Caquetá, en las tierras bajas del sureste del país. El mismo Sr. Uribe dice que las mejoras en seguridad no son todavía irreversibles –y es por eso que está buscando cambiar la constitución para ir por un tercer período presidencial. Aunque Juan Manuel Santos, su antiguo Ministro de Defensa, quien aspira convertirse en su sucesor (si el presidente no se postula de nuevo), es uno de los muchos políticos en diferir. Si bien se necesita hacer más en materia de seguridad, él piensa que ahora es un asunto de menor importancia que la carencia de empleos decentes y otros problemas socioeconómicos.
Esa es una señal del logro del Sr. Uribe. Su aumento en la seguridad obligó a las FARC a marcharse de la populosa zona del centro de Colombia a áreas más remotas. Las FARC se han reducido a menos de la mitad de su nivel de 20.000 combatientes en 2001 y han perdido a muchos de sus líderes (una docena de comandantes de rango medio fueron asesinados en 2009). El gobierno persuadió a unos 30.000 paramilitares de derecha para que salieran de las filas. Éste se encuentra tratando de integrar a muchos de ellos (y a desertores de la guerrilla) a la vida civil a través de la educación y adiestramiento que involucra a 34.000 personas. En un ambicioso, si no deficiente, intento de asegurar una pequeña cantidad de justicia, el despacho del procurador general ha obtenido hasta ahora confesiones de 4.300 crímenes por parte de 158 antiguos paramilitares, e identificó a unas 40.000 víctimas que se supone serán compensadas.
Pero los problemas persisten. La violencia urbana se elevó de nuevo en 2009: se duplicó la tasa de asesinatos en Medellín, la segunda ciudad y vista anteriormente como exitosamente apaciguada; esto es particularmente preocupante. Varios miles de antiguos paramilitares han regresado a las armas en aquello que el Sr. Uribe califica como bandas criminales y del narcotráfico. Sus críticos de la izquierda afirman que ellas tienen objetivos políticos. Existen algunas señales en que las FARC se han reorganizado, apoyándose en minas terrestres y francotiradores para desmoralizar a la armada.
La economía se recupera más lentamente que otras en la región. La mitad de las exportaciones de Colombia fueron a EUA y Venezuela en 2008: pero la demanda estadounidense permanece adormecida y el gobierno venezolano le ha impuesto sanciones comerciales a Colombia en un reciente tratado de cooperación de defensa entre el Sr. Uribe y EUA.
De vuelta al año 2002, Colombia estaba en serio peligro de convertirse en un estado fallido. Millones de sus ciudadanos más brillantes habían emigrado al exterior. Los viajeros en las carreteras de sus principales ciudades corrían el riesgo de ser secuestrados o asesinados. Es un tributo al Sr. Uribe el que los problemas de hoy luzcan más manejables. Él apunta que “los colombianos más jóvenes no han conocido un solo día de paz”. Él insiste en que el país debe permanecer con sus políticas “sin estancamientos o cambios de rumbo repentinos”. Sin embargo, su creciente número de oponentes argumenta que el progreso no puede continuar de no haber un cambio que provenga desde arriba.
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Este es el resumen del artículo "La Colombia de Uribe: no es todavía la tierra prometida" publicado en Enero 2, 2010 en la revista The Economist.
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