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Elecciones en Colombia: ¿demasiada continuidad? | 
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| No hubo sorpresas en esta oportunidad. Durante la primera ronda de las elecciones presidenciales en Colombia el 30 de mayo, Juan Manuel Santos, el antiguo ministro de la defensa del actual presidente, Álvaro Uribe, se llevó el 47% de los votos –haciendo pasar por tontos a las encuestadoras de opinión que le daban un empate con Antanas Mockus, quien solo obtuvo un 22%. La segunda vuelta el 22 de junio se convirtió en una formalidad a su debido tiempo: el Sr. Santos ganó el 69% de los votos y tendrá un mandato sólido cuando se convierta en presidente el 7 de agosto.
El Sr. Santos dijo en su discurso de la victoria que su triunfo era además del Sr. Uribe. Él planea mantener a su predecesor como un “consejero permanente”, aunque el Sr. Uribe pueda postularse para alcalde de Bogotá. En teoría, le será más fácil al Sr. Santos hacer aprobar la legislación en el Congreso que al mismo presidente saliente: su coalición, encabezada por el Partido U del Sr. Uribe, sostiene un 73% de la Cámara Baja y un 70% del Senado. Pero gracias al Sr. Uribe, Colombia ahora se enfrenta a problemas muy diferentes que en 2002. En efecto, algunos de los más engañosos fueron de fabricación propia del Sr. Uribe.
Los colombianos eligieron al Sr. Santos sobre todo para garantizar que las FARC y las guerrillas del ELN, con las cuales él luchó como ministro de la defensa, no se recuperen. Los insurgentes intentaron desestabilizar la votación a la fuerza al asesinar a 10 policías y soldados el día de las elecciones. Dos días después, ellos paralizaron el transporte público en la pequeña población de Algeciras en Colombia Occidental.
Un riesgo mayor a la seguridad pública proviene de las bandas criminales urbanas, muchas de ellas lideradas por antiguos luchadores paramilitares desmovilizados por el Sr. Uribe. El enfoque de estos grupos es el tráfico de drogas, pero también se piensa que persiguen a miembros de sindicatos. Tantos como 40 líderes obreros fueron asesinados el año pasado. El Sr. Santos planea entrenar a los escuadrones de policía urbana para que vayan tras las mafias, así como ayudó a desarrollar grupos de la armada para pelear en la selva.
La batalla por la seguridad doméstica también ha creado dolores de cabeza en la política exterior. Aunque hayan sido asesinados menos activistas laborales que en el pasado, el congreso de EUA ha utilizado el asunto como una excusa para no ratificar un tratado de libre comercio con Colombia. Y los éxitos del gobierno en contra de las guerrillas los han llevado a las fronteras con Venezuela y Ecuador. El Sr. Uribe acusó a los gobiernos vecinos de izquierda de darles refugio. Él bombardeó un campamento de las FARC en Ecuador en 2008 y expresó descontento cuando un armamento de origen sueco comprado por Venezuela llegó a manos de las FARC. Hugo Chávez, el presidente populista de Venezuela, “congeló” relaciones con Colombia el año pasado y juró poner fin a todas las importaciones provenientes de su segundo socio comercial más grande luego de que el Sr. Uribe le concediera a EUA instalaciones para bases militares. Además, el Sr. Chávez hizo una campaña en contra del Sr. Santos diciendo que él apoyó un golpe de estado en su contra en 2002.
En casa, el Sr. Santos se enfrenta a un sistema de salud en bancarrota, un persistente déficit presupuestario y una tasa de desempleo del 12%, una de las más altas en la región. Él promete equilibrar el presupuesto para 2014 sin elevar los impuestos y bajar el desempleo a dígitos sencillos. Él dice que esto puede ser logrado al reformar el sistema de salud y al reducir las transferencias de regalías provenientes del crudo y la minería a las provincias. El Sr. Santos ha sido cauteloso acerca de reformar leyes laborales arcaicas que condenan a la mayoría de los colombianos a la economía informal. Mientras que la seguridad requiere de una vigilancia constante, esto es un signo de cuánto ha cambiado Colombia que el Sr. Santos puede ser juzgado principalmente por su manejo de la economía.
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Este es el resumen del artículo "Elecciones en Colombia: ¿demasiada continuidad?" publicado en Junio 26, 2010 en la revista The Economist.
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