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¿Logrará alcanzar Chile las tasas de crecimiento de su década de oro? |
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| Hoy la economía chilena se recupera de forma tan favorable que en el primer trimestre de 2010 fue el primer destino latinoamericano para la inversión extranjera directa. Según informe de la ONU, con un monto de US $5.700 millones Chile desplaza a Brasil (US $5.600 millones) y a México (US $4.333 millones) como plazas favoritas de los inversores y la Cámara de Comercio de Santiago prevé que el ingreso de capitales extranjeros esté entre 15 mil y los 20 mil millones de dólares al término de 2010. Para los analistas, la economía chilena podría crecer un 6% este año, y el sector privado espera que vuelva a alcanzar el 7% anual de su década de oro (entre 1987 y 1997), pero algunos lo ven difícil. En ese período, Chile salía de una dictadura militar y la nueva democracia potenció la liberalización económica, lo que incrementó la confianza de los inversores y facilitó la entrada de capitales extranjeros, mientras que un excelente clima político permitió aprobar una serie de reformas y un sinnúmero de tratados de libre comercio con las principales economías del mundo. Nada de eso se repetirá hoy con la misma intensidad.
Para otros es posible recuperar el clima de consenso político para impulsar importantes reformas, como la relacionada con la calidad de la educación. Para crecer hay que acelerar la productividad, y para ello hay que mejorar el capital humano, lo que a su vez requiere una buena base de educación formal. Y este punto es el talón de Aquiles de la fuerza laboral chilena, cuyo nivel de escolaridad es bajo (casi el 20% de los trabajadores no completó los ocho años de educación primaria, mientras que el 40% no terminó los últimos cuatro grados). Además, en la evaluación educacional, Chile se ubica por debajo de los estándares internacionales. Mejorar la calidad de la educación es un proceso a largo plazo, cuyos resultados sólo se verán en las próximas generaciones, pero otros sectores claves para incrementar la productividad pueden ser optimizados en un corto período de tiempo, como el mercado laboral. Es urgente flexibilizar la jornada laboral, cambiar el sistema de indemnización por un seguro de desempleo e incorporar políticas más efectivas de reajuste salarial mínimo, resolver la altísima rotación que caracteriza el mercado laboral chileno, fomentar el teletrabajo y la contratación de mayor número de jóvenes y mujeres.
Algo que también impacta fuertemente en la productividad es la dependencia del país con el alto coste de la energía. Entre 1995 y 2003, Chile se abasteció de gas natural argentino a un bajo precio, pero a partir de 2004, Argentina restringió los envíos, obligando a las centrales eléctricas chilenas a adaptar su estructura para operar con diesel importado, lo que disparó los costes. Hoy dos tercios del total de la energía eléctrica que requiere Chile son generados con recursos hídricos propios, y el país está obligado a importar petróleo y gas natural licuado (GNL) a un alto precio. Y existen pequeños proyectos en el norte y sur de Chile de generación eólica, solar y biomasa forestal, pero su costo es aún muy elevado para ser alternativas energéticas atractivas. Las mejores opciones serían aprovechar al máximo los recursos hidroeléctricos propios, además del carbón, pero habrá que esperar entre este año y 2012 para contar con nuevos complejos hidroeléctricos y centrales a carbón operando, debido a que éstos recién están en etapa de construcción.
Hay otros ámbitos que estratégicos para alcanzar el anhelado 7% anual, como la eficiencia administrativa del Estado, que hoy muestra un enorme despilfarro de recursos. Pese a los grandes desafíos, los expertos coinciden en que Chile tiene varios elementos a favor, como el alto precio que hoy registra el cobre en el mercado internacional (sobre los US $3,30 la libra en la Bolsa de Metales de Londres) lo que incentiva que las grandes empresas mineras inviertan más capital para incrementar su producción. Para otros, que el país sea tan dependiente de la extracción del mineral, “es un arma de doble filo”, y lo pone en una situación delicada frente a los vaivenes internacionales de la materia prima. Otro punto a favor de Chile es que posee sólidas cuentas macroeconómicas, como su bajísima deuda fiscal, que representa sólo un 5% del PIB y en un contexto de sobreendeudamiento global, tiene características de activo seguro, lo que le permitirá atraer con mayor facilidad capitales extranjeros. Para los expertos, Chile tiene el futuro en sus manos: o acepta el reto de convertir este impulso económico en un alto y sostenido crecimiento, o deja pasar la bonanza, que hoy tiene más que satisfechos a los empresarios del país.
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Este es el resumen del artículo "¿Logrará alcanzar Chile las tasas de crecimiento de su década de oro?" publicado en Agosto 25, 2010 en la revista Knowledge @ Wharton.
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