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Homo administrativus |
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| El hecho de que Michael Zyphur camine con una bata de laboratorio por los pasillos de la escuela de negocios de la Universidad Nacional de Singapur no tiene nada que ver con estar a la moda sino con el quehacer típico de este profesor de biología: tomar muestras de todo, incluso de las jerarquías organizacionales en busca de marcadores biológicos (en este caso, hormonas) que reflejen comportamientos ligados al mundo de los negocios. Desde su aparición a principios del siglo XX, la gerencia ha estado dominada por lo que los psicólogos evolutivos Leda Cosmides y John Tooby llaman el modelo estándar de ciencia social. Dicho modelo asume que la mayoría de las diferencias conductuales entre los individuos se pueden explicar sobre la base de la cultura y la socialización; de modo que la biología juega en todo caso un papel secundario. Pero Zyphur está en contra de este modelo y, por tanto, está tratando de aplicar la rigurosidad de los conceptos biológicos a la gerencia para que esta se convierta definitivamente en una ciencia.
Cuando pronunciamos las palabras “biología” y “comportamiento” en una misma oración, a todos nos viene a la mente la genética y la vieja dualidad entre naturaleza y cultura. Y esta es precisamente el área de trabajo del profesor de gerencia Scott Shane en la Case Western Reserve University de Ohio. En su más reciente libro, Shane ofrece un panorama general del área. La mayoría de la información que presenta proviene de estudios con gemelos (las típicas cobayas de los genetistas). El consenso entre los expertos es que los genes realmente explican buena parte de las diferencias individuales. Y esto se aplica tanto a la vida en general como a los negocios. Shane explica que los genes influyen en las profesiones que escogemos, en nuestra satisfacción laboral, en la cantidad de veces que cambiamos de trabajo, en la importancia que le damos al trabajo y en nuestro desempeño laboral. Aparentemente, hasta las diferencias salariales dependen del ADN (en un 40%). Sin embargo, los genes no se expresan aisladamente. El medio ambiente también ejerce cierta influencia. En parte, el error de quienes apoyan el modelo estándar de ciencia social es que consideran que estas son dos variables independientes, cuando, en realidad, interactúan de manera muy sutil.
Sin embargo, este tipo de estudios con gemelos sólo ofrecen una explicación superficial. Si queremos llegar al meollo del asunto, debemos zambullirnos en la biología molecular. Y esto es lo que hacen expertos como Song Zhaoli, también de la Universidad Nacional de Singapur. Una de las maneras en que los genes influyen en nuestro comportamiento es por medio de los neurotransmisores (los químicos que propician la comunicación entre las neuronas). Algunos rasgos de la personalidad dependen de la cantidad de neurotransmisores que haya entre las neuronas. Por ejemplo, una gran cantidad de dopamina aumenta nuestro interés en las novedades. En cambio, la escasez de serotonina está detrás de las depresiones. Según los estudios de Song, aquellas personas cuyos organismos cuentan con grandes cantidades de HTR2A (un neurotransmisor) están mejor preparadas para enfrentar las situaciones más estresantes, aparte de que se sienten más felices en sus trabajos. En otras palabras, lo que hace feliz a la persona en su trabajo no es, digamos, un cierto incentivo sino una variación genética de la cantidad de serotonina presente en su organismo.
Estos son sólo resultados preliminares. Pero ofrecen la posibilidad de convertir a la gerencia en una verdadera ciencia. Aún así, no todo el mundo está de acuerdo con todo esto. Una objeción es que buena parte de las investigaciones genéticas relacionadas con el comportamiento se fundamentan en recuentos retrospectivos de los estados psicológicos de los pacientes. Y estos reportes son muy poco confiables. Otro problema es que, probablemente, se estén cometiendo errores sistemáticos en los estudios realizados con gemelos. Por ejemplo, si los padres han mostrado la tendencia de tratar a los gemelos (univitelinos) de un modo más equitativo que a los mellizos (concebidos de dos óvulos distintos), entonces estaremos en presencia de un factor más ambiental que genético; justamente lo contrario de lo que asumen los científicos. Estas objeciones sólo se podrán superar con más investigaciones. Pero hay algunas objeciones que sólo aumentarán a medida que avancen las investigaciones. Nos referimos a las objeciones de tipo ético. Estas se reducen a tres problemas.
Primero, es posible que el temor al determinismo genético se traduzca en una especie de “desgano vital”. Sin embargo, los investigadores aseguran que no son fatalistas genéticos bajo ninguna circunstancia. Segundo, hay la preocupación de que la información genética sea utilizada con propósitos inicuos. Siempre que la biología y el comportamiento se juntan, aparece el espectro del darwinismo social y de la eugenesia. Finalmente, está el problema de la igualdad. ¿Los empleadores deberían hacerles pruebas genéticas a los posible candidatos? ¿No conllevará todo esto a una especie de segregación genética al estilo de la ciencia ficción?
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Este es el resumen del artículo "Homo administrativus" publicado en Septiembre 25, 2010 en la revista The Economist.
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