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En busca del crecimiento |
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| Si la vemos en su conjunto, podríamos llegar a pensar que la economía mundial está en plena recuperación. Esta semana el Fondo Monetario Internacional predijo que el producto interno bruto mundial crecería en 4,8% este año; es decir, más lento que antes de la crisis, pero bastante por encima del límite de velocidad del mundo, que está más o menos en 4%. El crecimiento por encima de la tendencia es exactamente lo que uno esperaría que pasara cuando la economía está despegando de nuevo. Sin embargo, este promedio tan respetable esconde una serie de problemas. El más obvio es la diferencia que hay entre la vitalidad de las economías emergentes (algunas de las cuales están creciendo a una tasa cercana al 10%) y la lentitud de los países más ricos.
Los errores macroeconómicos del mundo emergente tienen base en el hecho de que los políticos se están comportando como si el crecimiento fuera más frágil de lo que es. El ritmo ha bajado un poco: de exorbitantemente rápido a muy rápido. La mayoría de los signos vitales, desde la productividad hasta la deuda gubernamental, están en buenas condiciones. Sin embargo, buena parte de los legisladores están comprando grandes cantidades de dólares para evitar que sus monedas aumenten de precio a medida que el capital extranjero aparece en busca de mejores retornos. Además, las economías emergentes en su conjunto aún ahorran más de lo que invierten, lo que explica por qué el desbalance global (sobre todo entre el superávit de China y el déficit de EUA) siguen siendo tan marcado. Todo esto tiene poco sentido. Los países pobres, sobre todo los más jóvenes, deberían en teoría invertir más de lo que ahorran, con el fin de atraer la inversión extranjera.
En el mundo rico está ocurriendo exactamente lo contrario: los políticos están haciendo recortes porque el crecimiento está asegurado. Este creciente desbalance entre el mundo rico y el mundo emergente debería beneficiar más rápidamente a las economías emergentes. Es positivo que el mundo emergente esté en buenas condiciones. Pero a nadie le conviene que el mundo rico esté estancado. Es posible que a los electores Occidentales no les caiga bien el hecho de que China aún cuente con un gran superávit gracias a la debilidad de su moneda. La retórica proteccionista está aumentando en los EUA. A todo el mundo le iría mejor si se aplicaran políticas que mejoraran la condiciones de los países ricos y reorientaran el crecimiento en las economías emergentes. Todo esto supone dos pasos.
Primero, se deben recalibrar las políticas macroeconómicas. Las economías emergentes deben permitir que sus monedas aumenten más. Por su parte, las economías ricas deben buscar una consolidación fiscal: los presupuestos se deben preparar siguiendo un criterio que favorezca reformas más duraderas en detrimento de un recorte drástico del déficit. En segundo lugar, tenemos las reformas microeconómicas. Independientemente de lo que diga el Congreso con respecto al yuan, el superávit comercial de China no desaparecerá hasta que el país asiático no aumente la inversión en servicios, elimine las distorsiones que disminuyen el salario de los trabajadores y fomente el ahorro entre los hogares.
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Este es el resumen del artículo "En busca del crecimiento" publicado en Octubre 9, 2010 en la revista The Economist.
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