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Un mundo inteligente |
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| Ya en la década de los 90, se hablaba de que había dos mundos: el real y su reflejo digital. El real estaría construido por sensores, y el digital, por un software que interpretaría la información y ejecutaría acciones automáticamente. Se trataba de ver la realidad a través de la pantalla de una PC, una percepción que no suena tan disparatada del todo en nuestros tiempos.
Poco a poco, la humanidad va creando “mundos espejos” o “sistemas inteligentes”, donde el mundo real y el digital convergen gracias a la proliferación de sensores, cámaras, redes inalámbricas, estándares de comunicaciones y las actividades humanas interconectadas.
La virtualización del mundo real, generalmente, es más evidente y, a la vez, avanzada en escenarios controlados. De hecho, los ejemplos más resaltantes de la combinación de estos dos mundos son los servicios de Google Earth y Street View. No obstante, son más bien los teléfonos inteligentes y sus aplicaciones los aparatos predilectos para unir el mundo físico con el digital. Equipados con sensores, estos artilugios y su software precisan desde la ubicación del usuario hasta la luz del ambiente; en fin, información que, a simple vista, parecería irrelevante que va luego a parar en la red.
Una de las tecnologías que fusiona los dos mundos a través de estos equipos es la de realidad aumentada. Tras apuntar la cámara hacia una calle, el software detecta el lugar y proyecta en la pantalla cualquier tipo de información digital, como nombres de negocios, estaciones de metro, restaurantes, etc.
Sin embargo, para construir sistemas informáticos capaces de procesar la enorme cantidad de datos que será producida por estos sensores o equipos, es necesario un mayor poder de procesamiento y una mejor conectividad. Con esto en mente, las empresas tecnológicas, como IBM, HP, Siemens y General Electric, e incluso gobiernos están apostando por invertir en el futuro de la informática: los sistemas inteligentes.
La gran demanda por estos sistemas viene dada por un recorte de los gastos en todos los sectores. Es decir, con un uso más eficiente de estos recursos, se puede ahorrar dinero en la asistencia sanitaria, por ejemplo, al monitorear pacientes de forma remota o controlar el estado de una infraestructura a través de sensores. De igual modo, la tecnología digital serviría para proporcionar alimentos, transporte, electricidad y agua de forma más eficiente y reducir el calentamiento global.
Aunque todo esto suene maravilloso, existen ciertos problemas con estos sistemas como el riesgo de abuso por parte de las autoridades gubernamentales, restricciones a la privacidad o incluso malfuncionamiento o ataques por parte de piratas informáticos.
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Este es el resumen del artículo "Un mundo inteligente" publicado en Noviembre 6, 2010 en la revista The Economist.
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