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Logolandia



Revista: The Economist
Tema: Marketing
Fecha: Enero 15, 2011
Howard Schultz, presidente de Starbucks, anunció recientemente que la compañía cambiaría de logo. Las palabras “Starbucks” y “coffee” desaparecerían del mismo. Y la sirena quedaría fuera del círculo. De esta manera, Starbucks quiere unirse al reducido grupo de las compañías más reconocidas del mundo, que no dependen más que de un símbolo: Nike y su trazo; McDonald´s y sus aros dorados; Playboy y su conejo; Apple y su manzana. El peligro es que también comenzará a formar parte de las compañías que han tratado en vano de cambiar sus logos. Tan pronto apareció la noticias, la blogosfera se vio inundada de quejas tales como “concéntrense en el negocio y déjense de tonterías”.

¿Por qué hay gente que se molesta con este tipo de cambios? Una razón obvia es que hay muchos logos y nombres simplemente poco estéticos. Otra respuesta es que la gente desarrolla lazos sentimentales con las marcas. No sólo compran ropa en Gap o café en Starbucks sino que, además, consideran que pertenecen a “comunidades” definidas por lo que consumen. Otra razón aún es que, a medida que aumentan las opciones disponibles, los consumidores tienden a preferir las cosas familiares. Hoy en día, hay tantas opciones disponibles para los consumidores Occidentales, que estos están en peligro de sentirse abrumados. Los consumidores se valen de los logos para poder ordenar un mundo tan confuso.

El debate sobre los logos revela algo interesante sobre el poder y la pasión. Buena parte de las quejas de la blogosfera fueron impulsadas por un sentimiento de que “ellos” (los expertos corporativos) han cambiado algo sin consultárnoslo a “nosotros” (la gente que realmente importa). Todo esto refleja en parte el hecho de que los consumidores tienen más poder en un mercado cada vez más repleto de bienes. Pero también refleja el sentimiento de que las marcas le pertenecen a todo el mundo, no sólo a las corporaciones que las controlan.

Esta actitud ha sido reforzada por las mismas compañías, pues estas trabajan duro por crear lazos emocionales con los consumidores. Pero, además, involucran a los consumidores en lo que antes se consideraban operaciones corporativas internas. Por ejemplo, Snapple les pide a sus clientes nuevas ideas para crear nuevos tipos de bebidas. Por su parte, Starbucks ha estado desde siempre a la cabeza de esta revolución. De hecho, consulta con los consumidores desde el ambiente de sus tiendas hasta las políticas ambientales.





Este es el resumen del artículo "Logolandia" publicado en Enero 15, 2011 en la revista The Economist.

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