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La media luna y la compañía |
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| Durante casi toda su historia, el Medio Oriente fue tan dinámico como Europa. Los grandes bazares de Bagdad y Estambul estaban repletos de caza fortunas. Los mercaderes musulmanes llevaron su fe a todas las esquenas del mundo. A finales del siglo XVIII, el historiador Edward Gibbon tenía pocas dificultades para imaginarse que la teología islámica fuera enseñada en Oxford y en toda Inglaterra. Pero ya antes de esta época, el balance de poder había cambiado. Angus Maddison ha calculado que en el año 1000 la porción mundial del PIB del Medio Oriente era mayor que la de Europa: 10% frente a 9%. Hacia el siglo XVIII, la porción del Medio Oriente había caído a sólo 2% y la de Europa había aumentado a 22%.
Las explicaciones más comunes de este declive son poco satisfactorias. Una dice que el espíritu del Islam es hostil al comercio. Pero las escrituras islámicas son más pro comercio que las escrituras cristianas. Mahoma era un mercader. Además, el Corán está repleto de alabanzas hacia el comercio. Otra explicación es que el Islam veta la usura. Pero esto es lo mismo que hacen tanto la Torah como la Biblia. Una tercer explicación (muy popular en el mundo islámico) es que los musulmanes son víctimas del imperialismo Occidental. Pero, entonces, ¿por qué una civilización tan poderosa sucumbió a Occidente?
En La gran divergencia, Timur Kuran, un economista turcoamericano de la Duke University, presenta una nueva hipótesis. El Medio Oriente se quedó atrás porque no logró crear instituciones comerciales (particularmente compañías) capaces de movilizar grandes cantidades de recursos productivos y de durar en el tiempo. Los europeos heredaron la noción de corporación a partir del derecho romano. En cambio, el mundo islámico no logró crear nada parecido. Gracias a la ley de sociedades, los negocios podían ser disueltos por cualquiera de las partes. Y esto, combinado con las generosas leyes de sucesión y con la poligamia, resultó en una mayor dispersión de la riqueza.
Pero, a partir de finales del siglo XIX, los políticos del Medio Oriente empezaron a copiar las instituciones Occidentales con el fin de mejorar el crecimiento económico de la región. Hacia los años veinte, Ataturk introdujo un sistema legal completamente secular en Turquía. Hoy en día, el mundo islámico cuenta con compañías muy poderosas y con mercados de valores muy dinámicos. Dubai les está poniendo una alfombra roja a las compañías de todo el mundo. Turquía está creciendo más rápidamente que Grecia. Sin embargo, la “larga divergencia” continúa modelando el clima comercial de la región. Obviamente, el Medio Oriente tiene mucho por hacer en esta materia. Sobre todo tratar de aumentar el espíritu empresarial de sus pueblos.
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Este es el resumen del artículo "La media luna y la compañía" publicado en Enero 29, 2011 en la revista The Economist.
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