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Capitalismo a largo plazo |
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| La crisis del sistema financiero y la llamada Gran Recesión han y continuarán marcando a generaciones y generaciones de ejecutivos. Ahora que lo peor ha pasado, es tentador sentirse aliviado y tratar de regresar a la normalidad. Pero esta no es una opción. En los últimos tres años hemos visto cómo el balance de poder entre Occidente y Oriente está cambiando aceleradamente a favor de este último. Asimismo, hemos visto en algunos países el resurgimiento tanto de políticas populistas como de roces sociales. A medida que vamos saliendo de la crisis, lo más seguro es que se incrementen las rivalidades geopolíticas, aumenten los problemas de seguridad y se intensifiquen las tensiones ligadas al comercio, la inmigración y los recursos. Sin embargo, el gran perdedor de la crisis es el capitalismo en cuanto sistema.
Pero este cuestionamiento al capitalismo no empezó con la Gran Recesión. Recordemos que la confianza en el mundo comercial tocó su punto más bajo hace una década. La crisis y el antagonismo público que esta ha despertado no hicieron más que exacerbar la fricción que ya existía entre comercio y sociedad. Y a problemas tan graves como la desigualdad salarial, debemos añadirles además el descontento producido por el alto desempleo, presupuestos deficitarios, etc.
Todas las partes siguen considerando que el capitalismo es el mejor sistema para generar prosperidad. Pero también hay la sensación de que si no se corrigen los errores que generaron la crisis y el sistema fracasa una vez más, el contrato social entre el capitalismo y la ciudadanía terminará por romperse, lo que conllevará seguramente una serie de resultados impredecibles y muy peligrosos. Además, el diálogo entre las partes ha permitido vislumbrar la profunda reforma a la que debe someterse el capitalismo. De hecho, debemos pasar de un capitalismo trimestral a un capitalismo largoplacista. Este cambio no sólo tiene que ver con tomar en cuenta la siguiente generación a la hora de pensar y actuar, sino que también tiene que ver con un cambio de mentalidad.
Dicha reforma supone tres elementos fundamentales. Primero, los negocios y las finanzas deben evitar el cortoplacismo, así como asumir nuevos incentivos y estructuras que guíen a la organización a largo plazo. Segundo, los ejecutivos deben infundir sus organizaciones con la idea de que resguardar el interés de las diversas partes que conforman a la compañía (empleados, proveedores, clientes, acreedores, comunidades, el ambiente) no tiene por qué estar reñido con maximizar el valor; por el contrario, es esencial. Tercero, las compañías públicas deben aumentar la capacidad de sus juntas para gobernar tal cual fueran propietarias, pues esto permitirá evitar lo males ligados a una propiedad dispersa.
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Este es el resumen del artículo "Capitalismo a largo plazo" publicado en Marzo 2011 en la revista Harvard Business Review.
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