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Más allá de la economía |
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| Hace un mes, Ahmed Ezz era uno de los empresario más poderosos de Egipto. Controlaba cerca de 40% de la producción de acero del país, era un dirigente destacado del partido de gobierno y, más importante aún, era muy cercano al presidente Hosni Mubarak. Pero, hoy en día, todo esto ha cambiado. Los manifestantes no sólo lo han demonizado sino que, además, ha atacado sus oficinas centrales. La vieja guardia lo considera ahora un problema. Está siendo investigado, sus bienes han sido congelados y no puede salir del país. Las compañías Occidentales que cultivaron su amistad con Ezz malgastaron su tiempo y dinero.
Desde siempre se ha considerado un axioma el hecho de que la globalización desplazará la política. Compañías gigantes como IBM y Ford han disminuido la importancia de los gerentes regionales al tratar de crear monstruos globalmente integrados. Pero los hechos ocurridos en Egipto han demostrado que toda esta idea de que no existen fronteras es una tontería. Dick Cheney señaló una vez lo siguiente: “Dios no consideró justo poner petróleo y gas únicamente en aquellos países democráticamente elegidos y amigos de EUA”. También deberíamos agregar que Dios no consideró justo que hubiera crecimiento económico en lugares igualmente deseables. El mundo corporativo está entusiasmado con los mercados emergentes, pero estos están repletos de riesgos: sistemas legales débiles, instituciones improvisadas, ciudades volátiles y regímenes frágiles.
Un creciente número de países, entre estos China, Rusia y los países árabes, están aprovechando los negocios para aumentar el poder del estado. De hecho, algunas de las compañías más grandes del mundo, incluyendo compañías petroleras, son administradas por el estado siguiendo lineamientos económicos pero también políticos. China está a la cabeza en este sentido, pues ha usado sus complejos industriales para alcanzar objetivos políticos. Por ejemplo, Google fue forzada a desconectar sus servidores cuando se rehusó a censurar ciertos mensajes electrónicos. Pero las compañías Occidentales también tienen problemas en casa, donde los gobiernos están cada vez más pendientes de la corrupción administrativa.
¿Qué pueden hacer las compañías? No hay reglas simples. Los llamados “países emergentes” tienen regímenes políticos muy diversos. En Brasil es preciso entender las alianzas multipartidistas del Congreso; en China es precio entender las jugadas del Partido Comunista; en Arabia Saudí hay que familiarizarse con las relaciones internas de la familia real. Y a esto hay que añadir las políticas locales. El consejo más importante es tomarse la política muy en serio. También es importante diversificar las operaciones y evitar echar raíces demasiado profundas. Lamentablemente, todas estas técnicas tienen el ala rota, pues las operaciones globales no disminuyen sino que suelen multiplicar los riesgos.
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Este es el resumen del artículo "Más allá de la economía" publicado en Febrero 12, 2011 en la revista The Economist.
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