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Sangre y petróleo



Revista: The Economist
Tema: Riesgo
Fecha: Febrero 26, 2011
Hace menos de dos años, en la cumbre del G8, en L’Aquila, Italia, los primeros ministros y presidentes se sentaron a hablar de comercio mundial y de seguridad alimentaria con Muamar Gadafi. Hoy en día, el tirano de Libia está pagándoles a mercenarios para que disparen contra su propio pueblo. Lo que todos esperamos es que para el momento en que usted lea este artículo, Gadafi haya caído de una buena vez. Sin embargo, su pueblo está pagando un terrible precio por la libertad. Y lo que todos temen es que Gadafi pase por encima de los cuerpos desperdigados en las calles y se haga de nuevo con el poder que parece haber perdido.

Gadafi sabe mucho de brutalidad y de persecución. Así es como se ha mantenido en el poder durante 41 años. Ha oprimido a su pueblo, patrocinado el terrorismo y creado conflicto en el resto de África. ¿Por qué los líderes del mundo lo recibieron en L’Aquila? ¿Por qué han lidiado con toda clase de autócratas y reyes en el Medio Oriente? Después de todo lo que ha pasado en Libia, es tentador pensar que sólo la indignación puede ser una buena estrategia para lidiar con los dictadores. En vez de negociar con estos por petróleo o para ganar ventaja geopolítica, deberían ser rechazados y punto. A veces, esto es cierto.

Pero casi nunca tiene sentido aislar permanentemente grandes regiones del mundo, independientemente de lo brutales que sean los dictadores de turno. La gran pregunta que ha surgido tras las protestas en el Medio Oriente no es si debemos o no lidiar con los autócratas sino cómo lidiar con los mismos. Cuando el "hombre fuerte" se siente vulnerable, como ahora, la prioridad debe ser conminarlos a hacer reformas y a dejar la violencia. Pero la mayoría de las veces, los dictadores no son vulnerables. Así que la situación es más complicada. De hecho, Libia es un buen ejemplo de esto. El ostracismo de los años noventa no logró que Gadafi dejara el poder, pero si permitió que este se abriera ante el mundo.

Las firmas petroleras que se establecieron en Libia podrían justificarse diciendo que beneficiaron tanto a los consumidores Occidentales como al pueblo libio, y que nunca pretendieron que Gadafi fuera un gran amigo. Pero, a veces, el cinismo es de lo más ingenuo. La lección que nos ha dado el despertar del mundo árabe es muy alentador. Los estudiantes de la realpolitik tienden a pensar que sólo ellos ven el mundo tal cual es, y que quienes creen en los derechos humanos y en la democracia tienen la mente en las nubes. Por tanto, según estos, el Medio Oriente no está listo para la democracia y los árabes no están interesados en los derechos humanos. Sin embargo, tras todas las manifestaciones, son los cínicos quienes parecen estar en las nubes, y los idealistas se han vuelto realistas. A veces, el poder de la gente común es capaz de acabar con las certezas de los expertos.




Este es el resumen del artículo "Sangre y petróleo" publicado en Febrero 26, 2011 en la revista The Economist.

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