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Japón: Radiografía de un cataclismo |
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| En su primera rueda de prensa, el primer ministro Naoto Kan declaró una crisis y por una hora aproximadamente eso pareció ser lo correcto. Entonces comenzaban a aparecer los videos –con las aguas elevándose a velocidades horribles y tragándose poblaciones enteras. De contenedores de carga arrastrados como juguetes. De carreteras convertidas en tofu y plantas nucleares emitiendo radiación. Mientras que se establecía un sentido de proporción, el estado de crisis rápidamente resultó ser inadecuado. Lo que Japón sufría el 11 de marzo –un sismo de magnitud 9,0, seguido de un tsunami de 6,096 metros, seguido de una amenaza nuclear que agitaba ecos históricos atormentadores– fueron tres crisis. Un cataclismo al cual Japón jamás se había enfrentado antes.
Se calcula que las pérdidas humanas sobrepasarán las 10.000 y casi 400.000 japoneses se quedarán sin sus hogares. El impacto emocional de toda esta pérdida y desencajamiento es incalculable. Los mercados, sin embargo, tienen sus propios cálculos, y el índice Topix de Japón de 1.669 compañías fue brutal con su precisión. Durante los primeros dos días laborables tras el sismo, el Topix se sumergía en su peor caída de dos días desde 1987. En un país ya arruinado por casi 20 años de falta de progreso, una década de deflación, empleo anémico y competencia proveniente de una China en ascenso, el veredicto del mercado fue claro: será un reto para que la tercera economía mundial permanezca como tal.
El Japón del 2011 no es el mismo Japón de 1855, 1923 e incluso de 1995, aún así la historia nos da al menos algún precedente de optimismo mesurado. El sismo de 1855 que destruyera mucho de lo que es Tokio en la actualidad llegó en el crepúsculo del período Tokugawa, durante el cual Japón fue aislado por dos siglos. La secuela trajo consigo un intento descabellado de importar la última tecnología y cultura y lanzar a Japón a la modernidad. La devastación de 1923 dejó alrededor de 130.000 personas fallecidas, incendió a Tokio y destruyó alrededor del 37,5% del PIB de Japón. También catalizó la construcción de sofisticadas redes de trenes, carreteras, parques y servicios públicos que ayudaron a Japón a convertirse en una superpotencia económica.
El ejemplo más famoso de resistencia japonesa es la recuperación tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Desde las cenizas de los dos únicos ataques nucleares de la historia se formó una nueva constitución y un sello para crear una vibrante economía comercial. Los industrialistas del momento crearon nombres como Sony y Honda Motor, preparando así el camino para lo que los japoneses llaman los “Sesenta Dorados”, un período de rápido crecimiento e internacionalismo resaltado por las Olimpíadas de Tokio de 1964. A pesar de que la escala de la tragedia impide que celebremos los logros de los cuerpos de ingenieros de Japón, no se desplomaron rascacielos durante el sismo más fuerte de la historia. No hubo descarrilamiento de trenes que viajaban a 150 millas por hora. Todos los ejercicios y preparaciones de los funcionarios civiles, familias y compañías recogieron lo más precioso de toda cosecha: vidas a salvo.
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Este es el resumen del artículo "Japón: Radiografía de un cataclismo" publicado en Marzo 21, 2011 en la revista Business Week.
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