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El estómago engrapado |
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| Para la mayoría de los habitantes de los países desarrollados, el hambre es un inconveniente temporal, que se resuelve fácilmente saliendo de compras o tomando por asalto el refrigerador. Pero el hambre crónica es parte de la vida diaria de mucha gente en lugares más pobres. La reducción del hambre es una tarea complicada. No existe una escasez global de alimentos. Menos pobreza no siempre significa personas mejor nutridas. En India, por ejemplo, los ingresos reales y el precio de los alimentos cayeron entre 1980 y 2005. Aun así, la evidencia sugiere que los indios, incluso aquellos que originalmente se encontraban comiendo menos de lo recomendado, redujeron su consumo de calorías en esa época. Tales descubrimientos han desconcertado a los economistas por largo tiempo.
Un reciente ensayo de dos economistas sugiere que parte del problema puede yacer en la manera en que los gobiernos y agencias internacionales calculan el hambre. Esto implica fijar un número de calorías (2.100 calorías diarias es un límite establecido común) e intentar contar el número de personas que consumen menos calorías de las recomendadas. Ya que las necesidades calóricas difieren de persona en persona, una cifra universal es claramente sólo una referencia. Lo que es más, concentrarse en las calorías pone de lado el importante papel de micronutrientes como los minerales y las vitaminas. Pero los economistas en cuestión sostienen que esta manera de medir el hambre no tiene mayor asidero en la realidad. Por tanto, proponen una nueva manera de utilizar las opciones de alimentación de la gente para distinguir si éstas tienen hambre o no.
El hambre es una experiencia físicamente desagradable: ésta viene acompañada por dolores de cabeza, mareos, pérdida de energía y la incapacidad para concentrarse. Para una persona hambrienta, por ende, la utilidad extra proveniente de más calorías es extremadamente alta. Los economistas sostienen que el dolor causado por el hambre lleva a las personas mal nutridas a gastar una porción más grande de su presupuesto alimentario en alimentos básicos como el arroz y el mijo, los cuales constituyen una fuente económica de calorías. En cambio, cuando la gente no está hambrienta, comienza a escoger sus opciones tomando en cuenta la variedad y el sabor. Esto significa que la porción de calorías que proviene de los alimentos básicos cae progresivamente una vez que la persona ya no está famélica; y que una porción inusualmente alta en calorías provenientes de los alimentos básicos indica que una persona se encuentra con hambre.
¿Cuán alto es inusualmente alto? Al mirar los precios de diversos alimentos, es posible descifrar cual porción de las calorías de una persona provendría de alimentos básicos como el arroz y el trigo si ésta estuviera intentando satisfacer sus necesidades dietéticas a precios tan bajos como le sea posible. Esta “porción de calorías de alimentos básicos” teórica (conocida por las siglas SCS en inglés) puede entonces ser comparada con la compensación de la dieta real de una persona. Es posible que el que esté consumiendo una porción significativamente más alta en calorías provenientes de productos alimenticios de primera necesidad que lo previsto tenga hambre.
Esta aproximación sería demasiado engorrosa si la SCS de cada persona variara en gran medida, pero las cosas resultan ser considerablemente más simples. Al utilizar lineamientos dietéticos aceptados de personas de diversas tallas y pesos, y datos de los precios de los alimentos en partes de China, los autores descubrieron que la porción de calorías que deben provenir de los alimentos básicos varían mucho menos que las necesidades caloríficas globales. Amplias variaciones en la edad, sexo, condición física y estilo de vida de las personas (digamos, más ejercicio) significa que algunas personas necesitan tan poco como 2.112 calorías diarias, mientras que otros podrían requerir tantas como 3.202 calorías. Pero los autores descubrieron que la mayoría de los SCS calculados permanecen en una banda estrecha entre un 80% y un 85% de calorías en conjunto. Lo que sugiere esto es que alguien que obtenga menos del 80% de sus calorías provenientes de un alimento básico ha cruzado la línea donde el conquistar el hambre es la motivación principal que impulsa las compras de alimentos.
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Este es el resumen del artículo "El estómago engrapado" publicado en Marzo 26, 2011 en la revista The Economist.
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