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¿Qué tan justo es el comercio justo? |
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| Gran cantidad de ingleses de clase media siguen consumiendo los productos de la marca Fairtrade, a pesar de la recesión y del hecho de que son más costosos. Según la Fairtrade Labelling Organization (FLO), con sede en Bonn, que coordina la rotulación y certificación de estos productos, su consumo global en Europa alcanzó € 3.400 millones en 2010, es decir, un 15% más con respecto al año anterior.
El movimiento Fairtrade se inició en los años ochenta y consiste en un sistema de etiquetado de productos diseñado para agricultores y empresas que no tienen acceso a los mercados internacionales. Para pertenecer a esta marca, es preciso cumplir con ciertos estándares: sindicalización y buenos salarios para los trabajadores, uso restringido de agroquímicos y reinversión de las ganancias en la comunidad. Más de 800 productores de 60 países participan en este mercado con unos 27.000 productos: miel, oro, frutos secos, jugos, café, azúcar, algodón, cacao, vino, té y arroz, entre otros. América Latina es una de las regiones más activas; de ella proviene el 65% del total de productores inscritos y el 66% de las ventas globales de la marca. De hecho, el movimiento nació con el café mexicano cuando la fundación holandesa Max Havelaar comenzó a comercializarlo en 1988 con el fin de evitar que los granjeros de Oaxaca abandonaran sus granjas para emigrar a EUA.
Parte de las ganancias obtenidas en el comercio justo son invertidas en proyectos de desarrollo local gracias al Fairtrade Premium, mecanismo que durante 2009-2010 invirtió € 33,8 millones en América Latina en proyectos de desarrollo comunitario, educación, medio ambiente, salud, programas para mujeres trabajadoras y otros proyectos destinados a mejorar la producción local. Sin embargo, el sistema tampoco está exento de críticas. Hace cinco años el Financial Times denunció que los productores de café peruano (que se vendía bajo la marca Fairtrade) recibían una paga menor al salario mínimo de la época. Por tanto, se planteaba la necesidad de establecer un control externo que confirmara que se estuviera cumpliendo con los estándares laborales mínimos.
Un informe británico de corte liberal sostiene que el sistema no ayuda realmente a los productores más pobres, pues les impone, por una parte, un modelo de cooperativas en el que no todos tienen cabida; y, por la otra, una estructura de costos pensada más para los consumidores de los países desarrollados. Critica además la posición de Fairtrade frente a los productos genéticamente modificados, que podrían ser una solución para mejorar la productividad de ciertos cultivos clave de las economías locales. Según ciertos sectores de izquierda, Fairtrade no está interesada en incrementar la productividad de los agricultores pobres de los países en vías de desarrollo sino aprovechar los prejuicios de los consumidores Occidentales para ofrecerles productos orgánicos y que no hayan sido producidos con trabajo infantil con el fin de que aquellos se puedan lavar la conciencia. Sin embargo, estas críticas no parecen molestar a los consumidores británicos, que están dispuestos a pagar más por apoyar ciertos estándares de justicia.
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Este es el resumen del artículo "¿Qué tan justo es el comercio justo?" publicado en Abril 2011 en la revista América Economía.
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