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No queda más que empezar de nuevo



Revista: Business Week
Tema: Economía
Fecha: Abril 25, 2011
El 11 de marzo, la ciudad de Kamaishi, en la costa norte de Japón, estuvo a punto de desaparecer. A continuación, un relato de lo que sucedió.

Kenji Sano tenía dos años de edad la primera vez que su casa fue destruida. Su familia tenía una pequeña casa de madera en Kamaishi, justo en la calle principal de la ciudad. Sano se escondió entre las lápidas del cementerio budista ubicado en una loma y se aferró a la mano de su mamá mientras el tsunami del 3 de marzo de 1933 barría con todo el pueblo. La segunda vez fue diferente. A diferencia del tsunami, que dejaba escombros a su paso, los bombardeos estadounidenses lo reducían todo a cenizas. Tres días después de que la casa de Sano, ya adolescente, fuera incinerada, los bombardeos comenzaron otra vez. Era el 8 de agosto de 1945. Al día siguiente, una bomba atómica cayó en la ciudad sureña de Nagasaki. Después de esto no hubo más bombardeos. Kenji ayudó a su papá a reconstruir la casa. No había otra cosa que hacer salvo empezar de nuevo.

Kamaishi floreció después de la guerra. En el bullicioso puerto internacional aparecieron fábricas, plantas de procesamiento de alimentos, restaurantes y tabernas protegidos por un inmenso rompeolas. Los expertos en tsunamis consideraban que el de Kamaishi era uno de los puertos mejor protegidos del mundo. Según el Libro Guinness de los Records Mundiales, el rompeolas de Kamaishi es el más largo del mundo. Costó US$ 2 mil millones y fue terminado en marzo de 2009.

El 11 de marzo, Sano comenzó temprano, como siempre. Durante 60 años se había ocupado de Sano Liquor, un bar ubicado en una de las principales intersecciones de Kamaishi. El bar estaba limpio, pero Sano comenzó a limpiarlo de nuevo hasta que sonó el teléfono. Era su hijo Shigeru. A las 2:46, las botellas comenzaron a caerse. Era un terremoto. Pero Kenji no se asustó. La mayoría de los terremotos que hay en Kamaishi, más de 1500 al año, son inocuos. Pero a diferencia de estos, este terremoto no se paró.

Tantos amigos desaparecieron. No sólo sus amigos y vecinos sino, además, el dentista y su esposa, la mujer de al lado, etc. ¿Y la hija de la pastelería de al lado? La encontraron machacada contra una puerta dos cuadras más abajo. Una carta pegada a la puerta indica a quién llamar si consiguen a la mamá. El número de muertos y desaparecidos en Japón es de aproximadamente 25 mil personas (1.290 sólo en Kamaishi). Se calcula que las pérdidas materiales ascienden a los US$ 309 mil millones. Y esta cifra no toma en cuenta los factores que están afectando a las industrias. Actualmente, las calles ya no están repletas de escombros. Los negocios de la localidad ha vuelto a abrir. La vida nocturna comenzó de nuevo. Los bares, los restaurantes, la gente, todos volverán. Tal vez también vuelva la ola... ¿Cuándo será?




Este es el resumen del artículo "No queda más que empezar de nuevo" publicado en Abril 25, 2011 en la revista Business Week.

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