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Industria casi antártica |
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| La decisión del gobierno argentino de alterar los aranceles y hacer cambios impositivos con el fin de lograr que una parte esencial de las computadoras y celulares que se consumen en el país se fabriquen en su zona de la isla de Tierra del Fuego (que comparte con Chile), indica que está más interesado en la política que en la economía, pues ello implica cambios nada menores tanto para importadores como fabricantes locales de estos productos. Argentina ya aumentó más de cuatro veces la producción nacional de computadoras portátiles, al pasar de 289.000 equipos en 2010 a 1,3 millón para este año y se espera que en 2012 el 50% del total de su producción sea local.
La situación ha generado una migración o instalación masiva en la isla. Al menos 17 empresas han anunciado la radicación allí de igual número de proyectos, que incluyen desde BlackBerry, HP y Motorola, hasta la portátil Banghó, cuyo nombre comercial es PC Arts y ya posee una capacidad de 960.000 unidades (se evalúa que en Tierra del Fuego podría producir unas 300.000 más). La producción de la isla posee una ventaja de alrededor del 30% respecto a lo que se fabrica en el continente, entre exenciones o rebajas del IVA e impuestos internos que, en este último caso, son menos de la mitad de lo normal. Muchos consideran esto como un subsidio de parte de los compradores –en comparación con los precios que se observan en países que permiten la importación con aranceles bajos– a empresas que no son más que armadurías.
Otro punto que se critica es el nivel excesivamente bajo de la integración. Se deberían formar clústers y polos de interacción entre empresas, para bajar costos logísticos y de producción, y que si en un futuro cambiara el signo político del gobierno no desapareciera todo muy rápido. Otra manera de verlo es que no se trata de política industrial, sino de la captura de un territorio. La isla no genera innovación ni transferencia de tecnología, pero había que habitarla. La migración también tiene sus costos. El transporte ha consumido últimamente mucho de esa desgravación impositiva que se les da a las empresas. Una solución sería garantizar a través del fisco costes de transporte más bajo.
En el continente hay fábricas de computadoras, así como una incipiente industria de máquinas para oficinas, que incluye registradoras y ticketeadoras para uso fiscal, y ellas también se ven en la disyuntiva de irse o buscar otras mejoras en productividad para seguir compitiendo. La opción de tener una industria propia tiene un impacto también en la diversidad de la oferta. Al gobierno le parece que vale la pena el sacrificio, mientras su economía no se diversifique. Para evitar lo que le ocurrió durante décadas, Argentina busca hoy que las importaciones crecientes no la lleven al clásico déficit paralelo: comercial y de cuenta corriente que impulse el endeudamiento y posterior caída en crisis profundas.
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Este es el resumen del artículo "Industria casi antártica" publicado en Septiembre 2011 en la revista América Economía.
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