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Diferentes desde lejos, parecidos desde cerca |
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| Si las ocupaciones francesas de México y la costa de Brasil hubieran funcionado, hoy veríamos ventas de baguettes en el Zócalo de la "Région Métropolitaine" y observaríamos maravillados a las "écoles du samba" desfilar durante "Le Carnaval de Rivière de Janvier". Pero no fue así y solemos creer que los dos gigantes latinoamericanos tienen muy poco en común. Sin embargo, bastan dos cifras para comenzar a entender que, en realidad, son muy parecidos: 3,3% y 3,6%. Estas son las tasas de crecimiento de México y Brasil en 2012. No se trata de una coincidencia, estas cifras revelan que las dos naciones comparten un mismo problema: la imposibilidad de desarrollarse rápidamente.
En el caso de Brasil, existen problemas estructurales de competitividad y de productividad. Para entenderlo hay que darse cuenta de que Brasil tiene un modelo opuesto al chino. La inversión es del 19% (China 40%), la tasa de ahorro 16% (China 40%). El consumo representa cerca del 63% de la producción, en China un 34%. Con esa base, crecer a mediano plazo, no al 8%, sino al 6% anual es un sueño. En México, en cambio, la situación es bastante distinta. Es cierto que, por ejemplo, se trata del principal productor y exportador mundial de aguacate (o palta). Pero de comer palta no se vive. El país es dependiente alimentario desde la década del 50 del siglo pasado.
Lo anterior obliga a México a promover más su desarrollo industrial y de servicios, en busca de fomentar sus exportaciones, y así pagar sus importaciones de alimentos. Pero China no ayuda. China es el segundo vendedor/abastecedor de México, pero sólo su séptimo comprador. Y si bien más de algún analista presenta a los dos países como competidores, debido a que México reporta que el 75% de sus ventas son manufacturas, se trata de autoindulgencia. Es importante que México entre a China antes de que otros se hagan con ese mercado. Por su parte, Brasil también tiene problemas con el músculo industrial chino. Esto es una señal clara de que el país vive una crisis de industrialización que ha demorado en llegar.
Y es que la productividad industrial se está quedando atrás efectivamente en ambos países. Es tan simple como entender que el capital humano no puede ser altamente productivo si entre un tercio y la mitad de la población es pobre y dos tercios a tres cuartos ha sido muy mal o mal educada, como es la realidad de México y Brasil. Para aumentar la productividad del trabajo hay que mejorar la calidad de la enseñanza en general. Además, hay que propiciar la competitividad a partir de ventajas comparativas. ¿Qué puede ocurrir de acá a 5 o 10 años si no se realizan los cambios? Si todo sale mal, ambos países tendrían que recurrir al petróleo y convertirse en países rentistas como lo es Venezuela desde hace cien años.
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Este es el resumen del artículo "Diferentes desde lejos, parecidos desde cerca" publicado en Enero, 2012 en la revista América Economía.
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