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Los encantadores resultados de Cancún |
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| "La victoria es de la gente" tituló un aviso de prensa de un grupo activista antiglobalización llamado Food First, después del fracaso de las conversaciones en Cancún el pasado 14 de septiembre. Este suceso ha retrasado el progreso hacia una ronda de negocios que podría haber dado a los países pobres mejores ganancias económicas.
Lanzado en Doha, capital de Qatari en noviembre del 2001, el encuentro de entonces estaba explícitamente dedicado a ayudar a las naciones en pobreza. Su meta principal era disminuir las barreras comerciales en áreas donde el libre comercio podría ser beneficioso, como en agricultura. Ahora las oportunidades para concluir los intercambios para la fecha final del 31 de diciembre del 2004 son casi nulas y finalizar los avances en cinco años será difícil.
Hasta ahora la Organización Mundial de Comercio, sucesora del GATT y conformada por 148 países, ha sido el único foro donde se han ventilado ampliamente las necesidades de los países subdesarrollados. En él, cada nación participa y tiene su poder de veto sin importar condición. Es por esto que el colapso de Cancún deja al sistema en el limbo y sobreviene en menos de cuatro años desde el evento en Seattle en 1999, donde los esfuerzos por iniciar conversaciones comerciales fallaron ante la violencia callejera. Después de estos dos fallos, la OMC está en problemas. Pero los sucesos de Cancún no eran necesarios: los ministros de comercio no estaban tratando de llegar a un acuerdo final sobre la ronda de Doha; se trataba sólo de una toma de acciones de medio curso, un tiempo para aceptar los principios para continuar con las conversaciones.
Pero podría decirse que todos los involucrados tuvieron la culpa. Los países ricos realmente no quieren ver más allá de los intereses de sus propios cultivos. Estados Unidos ha sido incapaz de disminuir sus subsidios al algodón, lo cual tiene un grave efecto en las economías de los países pobres. Igual es la posición de Japón con relación a sus cultivos de arroz. Pero los países ricos no fueron los únicos; los de menos recursos vieron la ronda de Doha como una excusa para hacer demandas al mundo desarrollado sin hacer nada por disminuir sus propias barreras comerciales. Olvidaron que las conversaciones comerciales también requieren compromiso. Muchos se vanagloriaron en decir no, ignorando que tenían más que perder.
Los optimistas apuntan a casos como la ronda de Uruguay, que tardó ocho años en concretar acuerdos. Puede que la de Doha pueda sobrevivir después de todo. Existen sin embargo ciertos obstáculos, entre ellos las próximas elecciones presidenciales norteamericanas. En cualquier caso, las energías de los negociadores de países ricos pueden ser enfocadas en una dirección diferente como los acuerdos regionales y bilaterales, tal como ha hecho Estados Unidos (con Chile y Singapur y con otras 14 naciones más).
Esta opción podría fracturar el sistema de comercio global y hacer crecer el sentimiento proteccionista estadounidense (ya algo encendido ante la arremetida de China con su mano de obra barata que ha promovido la mudanza de empresas y el descenso del empleo). Ya se han introducido algunas peticiones para incrementar las tarifas de importación a los artículos chinos como medida de defensa. El fracaso de las conversaciones de Cancún puede contribuir a políticas de este tipo y concentrar los esfuerzos norteamericanos en los acuerdos bilaterales que dañen la economía global.
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Este es el resumen del artículo "Los encantadores resultados de Cancún" publicado en Septiembre 20, 2003 en la revista The Economist.
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