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Vladimir Putin, un zar venido a menos |
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| Los rusos que desafiaron las heladas temperaturas para manifestar en contra de Vladimir Putin a comienzos de febrero no fueron tan liberales como lo habría esperado Occidente. Ellos difirieron de aquellos participantes en las movilizaciones del pasado mes de diciembre, las cuales asistieron profesionales jóvenes y de mediana edad. Algunos de estos marchistas más bien representaban una ira que se había estado colando por años en las calles rusas, pero que ha encontrado una escasa expresión en la castrada política oficial del país o en sus saneados espectros radioeléctricos. Algunos podrían tildar estas ideologías de extremistas, pero dada la oscuridad, las condiciones brutales en las cuales ellas han surgido en la última década, éstas sólo son naturales.
En la Plaza Bolotnaya, al lado del congelado río Moscova, los anarquistas vestidos de negro cargaban letreros proclamando que “Una Sociedad Fuerte No Necesita un Líder”; los comunistas ondeando pendones carmesí solicitaban educación y servicios médicos gratuitos; y los pendencieros jóvenes nacionalistas declaraban que “¡Dios está con nosotros!” y que “¡Rusia es para los rusos!” (Intencionalmente excluyendo a los musulmanes de Asia Central quienes en años recientes se mudaron a Moscú en grandes números, para buscar empleo). Unos pocos manifestantes cargaban banderas soviéticas: la nostalgia generada por la red de seguridad de la Unión Soviética y el estatus de superpotencia son fuertes, incluso entre personas demasiado jóvenes para haber experimentado mucho más que los recuerdos del pasado de sus progenitores. Otros –personas con afecciones locales, otros izquierdistas varios, e incluso los imperialistas rusos difíciles de morir– cargaban panfletos e intentaban persuadir a los transeúntes.
Los organizadores de la movilización calcularon la asistencia en 120.000 personas –una sorprendente cifra, dado el clima. Esta no fue, sin embargo, la única reunión al aire libre del día en Moscú. Afuera en las alturas del parque Poklonnaya Gora, cientos de miles de seguidores de Putin se apostaban debajo del letrero “Tenemos Algo que Perder”. Según los reportes de la prensa, muchos habían sido pagados para asistir o habían sido amenazados con ser despedidos de sus empleos si no lo hacían; ellos fueron transportados en autobuses de compañías propiedad del gobierno y convidados con bebidas de alto grado alcohólico. Ellos escuchaban varios lamentos provenientes de los oradores en cuanto a la muerte de Muammar Gaddafi y las tribulaciones del presidente sirio Bashar al-Assad (ambos aliados de Rusia), afirmaciones de que los opositores se encontraban en la nómina de EUA, así como denuncias para con toda la muchedumbre de Bolotnaya, caracterizadas por ser un intento alborotador para otra revolución rusa. La audiencia cantaba, en fila, “¡Rusia para Putin!” y “¡Gloria a Rusia!”.
Rusia se encuentra dividida entre aquellos que están dispuestos a luchar en contra del régimen de Putin, y aquellos que, fuera del miedo o ganancias a nivel personal, e incluso sólo por hábito, favorecen su continuación. El temor al caos y a la represión, dicen los rusos con frecuencia, está en sus genes, y para vencer a tal patrimonio genético se necesita de valor, además de la certeza de que lo que está por venir será mejor que el presente. La trepidación y el pesimismo empedernido están motivando a algunas personas a apoyar al diablo que conocen.
Con toda probabilidad, eso será suficiente para que Putin prevalezca en las elecciones presidenciales del 4 de marzo. Durante el pasado mes de septiembre, el Kremlin declaró que Putin, quién en la actualidad posee el título de Primer Ministro, planeaba intercambiar roles con el presidente Dmitry Medvedev. El nivel de aprobación de Putin prontamente cayó a un 35%, pero ha subido nuevamente a un 50% o más. Si Putin gana las elecciones y llegara a servir por dos períodos completos de seis años cada uno, su mandato como líder actual de Rusia, incluyendo sus dos mandatos anteriores y su tarea como Primer Ministro, habrá sido de 24 años –un período casi tan largo como el de Stalin.
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Este es el resumen del artículo "Vladimir Putin, un zar venido a menos" publicado en Febrero 13, 2012 en la revista Business Week.
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