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Una pelea justa |
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| Si los países de la eurozona se mostraran dispuestos a hacer cambios, una buena opción sería reestructurar y, en cierta forma, liberalizar el mercado de los taxis, lo que conllevaría una entrega más flexible y menos costosa de las licencias, la fijación de las tarifas dependiendo de las distancias, zonas rurales o congestionadas, la determinación de una competencia más justa, etc. La industria de los taxis es simple: la competencia, en teoría, debería aumentar gracias a unos bajos costes de acceso a las licencias. No obstante, esto podría provocar un incremento desproporcionado de taxis en las calles, lo que podría traer, como consecuencia, la implementación de nuevas regulaciones que reduzcan la congestión vehicular.
Por otro lado, las tarifas que cobran los taxistas resultan problemáticas también, ya que si la competencia no es regulada, las tarifas podrían no ser suficientes como para cubrir los gastos de los conductores. Los gastos de los taxis varían según la distancia (coste de combustible), duración del trayecto y destino, pero no todos estos factores están completamente establecidos, pues los trayectos cortos a destinos turísticos suelen ser más lucrativos para los conductores que los viajes a áreas remotas. En conclusión, la fijación de una tarifa justa es muy difícil, pues un trayecto con distancias similares puede acarrear costes distintos. De allí que, si los taxistas no pueden aumentar el precio de sus tarifas, probablemente se nieguen a operar en horas menos habituales o a trasladar pasajeros que habiten en sitios alejados de la ciudad.
Además, el resultado de un mercado sin regulación equivaldrá a una pérdida de tiempo considerable para los pasajeros, que tendrán que negociar un precio competitivo con distintos taxistas, lo que obviamente beneficiaría a opacar aún más la estructura de precios que cobran los taxis. Dada esta problemática, muchos sitios han adoptado una regulación para: 1) establecer precios uniformes, 2) delimitar la cobertura geográfica y 3) fijar los estándares de calidad. Todo esto con el fin de darles a los clientes una mayor certeza sobre el pago del servicio.
Por ejemplo, en algunas ciudades, han impuesto barreras geográficas rígidas; es decir, el rango operativo de los taxistas puede estar delimitado por horarios y zonas: el centro o las afueras de la ciudad. A aquellos taxistas que hacen trayectos rurales, se les debería otorgar un subsidio. En caso de violación de las reglas impuestas, el conductor perdería su permiso a la licencia, con lo que se podría promover, como consecuencia, un compromiso a la industria y un incentivo para cobrar el servicio de forma justa. Sin embargo, hay otros que siguen considerando que la flexibilización de este mercado y la reducción de las restricciones y costes de acceso a los permisos beneficiará ampliamente a los conductores y pasajeros. En cuanto a los precios, éstos se verían acondicionados por la demanda y libre competencia.
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Este es el resumen del artículo "Una pelea justa" publicado en Febrero 11, 2012 en la revista The Economist.
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