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Un brindis al libre mercado del vino |
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| Para muchos, el negocio mundial del vino podría estar viviendo su época dorada gracias al libre mercado, pues hay muchos productores y pocas restricciones al comercio. Ya, en el pasado, los economistas clásicos utilizaban el ejemplo del vino para explicar las bondades del libre comercio, cuyo principal defensor fue Adam Smith. Tomando como base el mercantilismo, Smith urgía a los países a exportar productos para acumular oro e importar lo menos posible para no perder el metal dorado. No obstante, el economista se dio cuenta de que, algunas veces, la importación de una mercancía del extranjero resultaba más barata que producirla localmente. De allí que Smith decidió que sería mejor para los países que se concentraran en sus puntos fuertes de producción e importaran el producto que otros fabricaban mejor.
La teoría de Smith fue, cerca de medio siglo después, interpretada por el economista político David Ricardo bajo el concepto de ventaja comparativa. Ricardo resaltaba el hecho de que un país fuera comparativamente mejor en un determinado sector. Por ende, tal teoría es seguida a rajatabla con el negocio internacional del vino, que ya se extiende desde Alemania a Sudáfrica, de Canadá a Nueva Zelanda. El vino se produce, actualmente, en todos los estados de EUA, en México y Brasil. Dada la flexibilidad de este mercado, jóvenes productores de vino se han unido a productores tradicionales y han constituido grupos independientes que no reciben órdenes de nadie, lo que se traduce en una enorme superproducción mundial.
Es más, algunos gobiernos intentaron subir el precio de los vinos interrumpiendo la producción de los viñedos, pero los resultados no alcanzaron su objetivo. En vista del aumento del consumo de cerveza y refrescos en Europa y el descenso del consumo de vino, la Unión Europa apoyó también tal decisión. Sin embargo, el negocio del vino, en los últimos años, ha sufrido un impacto negativo, pues sus precios, al estar sujetos a la demanda y oferta, oscilan radicalmente. En este caso, el precio de los vinos de mayor prestigio en todo el mundo se elevó drásticamente tras el aumento de la renta de las poblaciones en países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), lo que trajo el despertar de un fuerte interés por el consumo de vino. En especial, el precio de los vinos más sofisticados alcanzó cifras estratosféricas como consecuencia de la creciente demanda china.
El mercado internacional de vino está experimentando su tercera oleada de consumo de este producto por parte de sociedades de países enriquecidos. En las décadas 50 y 60, fue el boom americano; los años 70 y 80, fue el turno de los japoneses; ahora son los chinos. Es por ello que muchos viticultores han dividido su producción en dos secciones: los nuevos consumidores y los mercados tradicionales. A simple vista, pareciera que este fenómeno sólo beneficiaría a un selecto grupo de productores de vinos selectos, pues los nuevos consumidores se inclinan más por los vinos franceses más costosos. No obstante, el lado positivo del libre comercio detrás del negocio del vino abre la posibilidad de una mayor variedad de productos a precios atractivos y de buena calidad gracias al perfeccionamiento de las tecnologías. De hecho, las marcas más baratas han empezado a recibir una gran aceptación mundial.
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Este es el resumen del artículo "Un brindis al libre mercado del vino" publicado en Marzo 20, 2012 en la revista Knowledge @ Wharton.
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