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La limpieza de la primavera árabe |
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| Un año después de la Primavera Árabe ningún gobierno del Medio Oriente ha tratado de hacer ninguna reforma económica seria a pensar de que obviamente las economías están distorsionadas y el descontento social sigue intacto. La reacción por parte de los gobiernos ha sido ganarse a los protestantes con un incremento del gasto público. Por ejemplo, Arabia Saudita aumentó su gasto público en 50% entre 2008 y 2011.
Aunque el alza de los precios del petróleo ha permitido financiar este incremento del gasto, buena parte de las dádivas han sido destinadas a los salarios del sector público y a subsidios a los consumidores. Los subsidios al combustible y a los alimentos son inmensos: más de 10% del PIB de Egipto. Los subsidios al combustible en el conjunto de la región pasaron de 2,3% del PIB en 2009 a 3,2% en 2011. Estos subsidios benefician a los ricos, mantienen a flote a las compañías que están en mal estado y dañan la economía. Todo esto ha impedido la creación de un sector privado vigoroso.
El petróleo no podrá crear las decenas de millones de nuevos empleos que necesitarán los países árabes. Pero esta no es toda la historia. Dichos países podrían reforzar el comercio que hay entre sus fronteras. Pero no lo hacen por razones internas. Los obstáculos al comercio regional son innumerable. El costo de la "logística" (restricciones de importación no arancelarias, trámites burocráticos y mala infraestructura) supone un incremento de 15% para la ropa egipcia y de 10% para todos los bienes comerciados en la región. A las compañías les cuesta en promedio 95 días-hombre enviar bienes entre dos puertos del Medio Oriente y luego desde el Medio Oriente hasta Estados Unidos. Esta fragmentación del mercado es consecuencia de un política económica centralizada.
El aumento del comercio traería consigo múltiples beneficios: un mayor mercado permitiría que las compañías aprovecharán economías de escala, incrementarán el retorno sobre la inversión y adoptaran nuevas tecnologías. Un comercio más abierto permitiría comenzar el desmantelamiento de unos estados demasiado centralizados y así echar las bases de un cambio económico. Claro está, la liberalización del comercio no es un sustituto de la privatización, de las reformas financieras y de otras medidas parecidas. Pero tiene una ventaja política ante dichas reformas. Dado que los pasos necesarios para mejorar el comercio son relativamente pequeños (por ejemplo, reducir el papeleo), deberían generar menos resistencia. Además, como el comercio regional se puede presentar como un objetivo panárabe, no tiene el mismo tinte Occidental que ha desacreditado a las reformas anteriores. El comercio regional sería sólo un paso. Pero lo importante es empezar por algún lado.
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Este es el resumen del artículo "La limpieza de la primavera árabe" publicado en Febrero 25, 2012 en la revista The Economist.
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