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Un país renegado |
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| Visite la zona euro y será fortalecido con ráfagas de reforma. El plan “Salvar a Italia” ha hecho suficiente por Mario Monti, el primer ministro, para declarar, aunque de forma prematura, que la crisis del euro ya casi ha terminado. En España, el gobierno de Mariano Rajoy ha abordado el mercado laboral y está por revelar un presupuesto ajustado. Por todos sus problemas, los griegos saben que el despilfarro de dinero y la evasión de impuestos se terminaron. Pero una nación todavía tiene que dar la cara ante las nuevas circunstancias.
Francia está entrando en la etapa final de su campaña presidencial. Las encuestas apoyan a François Hollande, el contrincante socialista, a ganador durante la segunda vuelta. En efecto, en las elecciones desde que estalló la crisis del euro, casi todos los gobiernos han sido desechados por los votantes. Pero Nicolas Sarkozy, el presidente galo, ha estado ganando terreno. La más reciente atrocidad terrorista en Toulouse le ha dado un nuevo énfasis a la seguridad y el Islamismo, asuntos que tienden a favorecer a la derecha –o, en forma de Marine Le Pen, la ultraderecha.
Aunque lo que es más llamativo acerca de las elecciones en Francia es cuán poco se dice sobre las urgencias económicas del país. Los candidatos lanzan al menos tantas promesas para gastar más como para gastar menos. Nadie posee una agenda seria para reducir los dolorosos impuestos en Francia. El Sr. Sarkozy, quien en 2007 prometiera reformas con palabras de división, ahora les ofrece a los votantes proteccionismo, ataques a los exiliados fiscales franceses, amenazas a renunciar a la zona Schengen que es accesible sin necesidad de pasaporte y (al menos antes de Toulouse) comentarios acerca de los males de la inmigración y la carne Halal, alimento aceptable por las leyes islámicas. El Sr. Hollande promete expandir el estado, crear 60.000 puestos de enseñanza, recortar parcialmente el incremento del Sr. Sarkozy en la edad de los pensionados de 60 a 62, y exprimir a los ricos (de quienes dijo en una oportunidad no ser de su agrado), con una tasa máxima en el impuesto sobre la renta del 75%.
Los defensores de Francia señalan que el país es difícilmente uno de los casos perdidos mediterráneos de la zona euro. A diferencia de esas economías, ésta debería evitar la recesión este año. Aunque una agencia de calificación crediticia le ha despojado a Francia de su estatus AAA, sus costes de endeudamiento permanecen muy por debajo de los de Italia y España (aunque la propagación por encima de los de Alemania se ha elevado). Francia tiene unas fortalezas económicas envidiables: una fuerza laboral educada y productiva, más grandes empresas en el ranking global de Fortune 500 que ningún otro país europeo, y una fortaleza en servicios y manufactura de altísima calidad.
No obstante, los fundamentos son mucho más sombríos. Francia no ha equilibrado su contabilidad desde 1974. La deuda pública se encuentra en un 90% del PIB y subiendo. El gasto público, a 56% del PIB, se engulle una tajada mayor de producción que ninguna otra nación de la zona euro –incluso más que Suecia. Los bancos están subcapitalizados. El desempleo está más alto que en cualquier época a finales de los 90 y no ha caído por debajo del 7% en casi 30 años, creando una desocupación crónica en los suburbios acosados por el hampa que rodean las grandes ciudades de Francia. Las exportaciones se están paralizando mientras éstas salen adelante en Alemania. Francia ahora posee el déficit de cuenta corriente más grande en términos nominales. Quizás Francia pudo vivir del crédito antes de la crisis financiera, cuando pedir prestado era fácil. Ya no más. En efecto, una Francia que camina a paso lento y sin reformas podría incluso encontrarse a sí misma en el centro de la próxima crisis europea.
Muchos líderes de negocio se aferran a la esperanza de que un cierto realismo mundano emerja. El debate volverá a la palestra cuando el Sr. Sarkozy y el Sr. Hollande se enfrenten en la segunda vuelta; y una vez elegido, el nuevo presidente se deshará de sus promesas extravagantes e irá detrás de una agenda sensible de reformas, como cualquier otro gobierno europeo. ¿Pero es eso realmente posible? Sería difícil para el Sr. Sarkozy proponer súbitamente recortes drásticos en el gasto público, dadas todas las cosas que dijo. Sería incluso hasta más difícil que el Sr. Hollande rebajara su tasa del 75%.
Si el Sr. Hollande ganara (y su partido lograra nuevamente las elecciones legislativas), él puede encontrar que tiene semanas y no años antes de que los inversionistas comiencen a huir del mercado de bonos francés. La cantidad de personas adineradas y jóvenes franceses que dan un salto hacia Gran Bretaña (y su tasa máxima del 45% en el impuesto sobre la renta) se podría incrementar. Incluso si el Sr. Sarkozy es reelegido, los riesgos no desaparecerán. Él puede no proponer algo tan estúpido como un impuesto del 75%, pero no está ofreciendo ni las reformas radicales ni las rebajas estructurales del gasto que Francia necesita. Los excursionistas franceses se van a embarrar de una realidad dura, no importa quien resulte presidente.
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Este es el resumen del artículo "Un país renegado" publicado en Marzo 31, 2012 en la revista The Economist.
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